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Original Web

Panorama Espiritual

Protegió su pureza

Del número de octubre de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 13 de agosto de 2018 como original para la Web.


Una noche, hace muchos años, un amigo que vino de visita me ofreció tener relaciones sexuales con él. Aunque tenía un profundo afecto por el hombre, él sabía que yo creo que el celibato fuera del matrimonio es una expresión de integridad espiritual. Me sentí feliz al darme cuenta de que ni por un segundo estuve tentada a aceptar su ofrecimiento. En cambio, gentilmente pero con firmeza le respondí: “Eso no va a suceder”. El tema se solucionó al instante y no volvió a repetirse una situación así ni con él ni con ningún otro hombre.

Estoy convencida de que la rápida resolución de ese momento desagradable fue la tierna gracia de Dios expresándose sin esfuerzo. Sentí que el Alma preservó la eterna inocencia de los dos, sin lucha ni indecisión. Desde ese momento, me quedó muy claro que nunca tenemos que participar en nada que sintamos que daña nuestra capacidad de vivir vidas puras y santas. Dios, por medio de la ley divina, está siempre con nosotros para ayudarnos a probar el poder de la bondad, y que nosotros, como Su imagen y semejanza espiritual, somos inmaculados.

Como resultado de esta experiencia, fui sanada del temor que desde hacía mucho tiempo sentía, de que podía ser seducida o persuadida a actuar de una manera que es contraria a nuestra naturaleza divina. Y también vi, en la reacción respetuosa de mi amigo a mi negativa, el final de mi inclinación a creer que los hombres en general están más motivados por el deseo sexual que por el Espíritu.

Esto me recordó que en la Biblia, José se negó a dejarse seducir por la esposa de su empleador, por más que ella lo intentó muchas veces (véase Génesis, capítulo 39).

Esta cita de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy realmente me impactó: “El hombre bueno puede vencer finalmente su temor al pecado. Esta es la necesidad del pecado: destruirse a sí mismo. El hombre inmortal demuestra el gobierno de Dios, el bien, en el cual no hay poder para pecar” (pág. 405).

Estoy muy agradecida por continuar siendo testigo del poder y la presencia de Dios, el Amor divino.

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