Si realmente amamos a nuestro prójimo, es imposible ser indiferentes al tema de la violencia de género que afecta a nuestras comunidades, especialmente a las mujeres. Un artículo en el sitio Web ONU Mujeres, entidad de las Naciones Unidas que trabaja para el empoderamiento de las mujeres, declara que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, se estima que “el 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero sentimental o violencia sexual por parte de una persona distinta a su compañero sentimental en algún momento de su vida” (véase unwomen.org/en/what-we-do/endi ng-violence-against-women/fact s-and-figures).
También cita que hace unos años el Grupo del Banco Mundial descubrió que “por lo menos 140 países han sancionado leyes sobre la violencia doméstica, y 144 sobre el acoso sexual”. Si bien esta última referencia indica un paso importante de progreso, no es garantía de que cualquiera de los países respetará, o implementará las recomendaciones de la ONU Mujeres o de la Organización Mundial de la Salud para asegurar la seguridad de las mujeres.
En 2015, como resultado de la creciente preocupación respecto a la violencia de género en mi país, Argentina, surgió un movimiento social llamado “Ni una menos” (que significa que no habrá ni una mujer menos en el mundo debido al femicidio). Desde entonces el movimiento se ha expandido a muchos otros países en América Latina, así como a España. En Argentina, el movimiento demanda implementar un plan nacional de acción para proteger a las mujeres contra el abuso físico.
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