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Original Web

Sanó de asma

Del número de octubre de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 9 de agosto de 2018 como original para la Web.


Asistí a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana desde mi niñez. Las verdades que aprendí ahí, incluso el hecho de que Dios está siempre presente y disponible para ayudar y sanar, se han quedado siempre conmigo. 

Mi madre trabajaba como Secretaria de nuestra filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y algunas veces yo iba con ella y bailaba por el hermoso auditorio de la iglesia cerca de su oficina. Una de estas veces, escuché un mensaje de Dios muy clara y directamente. Era un mensaje simple, pero muy poderoso: “Tú eres buena”. Entendí que esto significa que reflejamos a Dios, que es solo bueno; que Dios me hizo a mí y a todos nosotros; y que somos Sus hijos. 

Algunos años después, cuando tenía unos nueve años, comencé a tener síntomas de asma. Mis padres llamaban a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí, y yo pronto me sentía mejor. Sin embargo, el problema persistía, y una vez más volvía a tener dificultades para respirar, practicar deportes y tener una rutina normal. Durante este período, mi mamá y mi papá no solo me apoyaban y consolaban, sino que también oraban con persistencia por mí. Sabía que todas mis necesidades eran satisfechas y que podía recurrir directamente a Dios y encontrar libertad duradera.

Una noche, estuve jadeando y tosiendo mucho, y por la mañana cuando me dirigía al baño, me desmayé en el pasillo. Con la ayuda inmediata de mis padres, me levanté y usé el baño; luego, después de un desayuno ligero, pedí regresar a mi habitación para orar por mi cuenta y encontrar la curación permanente.

En mi clase de la Escuela Dominical, estábamos aprendiendo que, en un momento de gran necesidad debido a una severa caída en una acera helada, Mary Baker Eddy recurrió a su Biblia. Mientras leía el relato de una de las curaciones de Cristo Jesús, la Sra. Eddy fue sanada por completo de las lesiones que amenazaban su vida. Así que, con esto en mente, me volví a mi Biblia y la abrí. Mis ojos se fijaron en este pasaje del libro de Isaías: “¿Acaso nunca han oído? ¿Nunca han entendido? El Señor es el Dios eterno, el Creador de toda la tierra. Él nunca se debilita ni se cansa; nadie puede medir la profundidad de su entendimiento. Él da poder a los indefensos y fortaleza a los débiles. Hasta los jóvenes se debilitan y se cansan, y los hombres jóvenes caen exhaustos. En cambio, los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas; volarán alto, como con alas de águila. Correrán y no se cansarán; caminarán y no desmayarán” (40: 28-31, Nueva Traducción Viviente).

Me sorprendió cuán pertinentes eran estas palabras para mi situación. De hecho, produjeron la curación completa. Sentí enorme gratitud porque Dios había respondido mi oración. Se renovó mi fuerza y pude participar en actividades escolares, correr, jugar y respirar libremente. Esta curación ha sido permanente a lo largo de las varias décadas que han pasado desde entonces. Es un recordatorio de que debemos permitir que la confianza como la de un niño esté presente en la curación.

Donna Deweese
Sanford, Florida, EE.UU.

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