Asistí a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana desde mi niñez. Las verdades que aprendí ahí, incluso el hecho de que Dios está siempre presente y disponible para ayudar y sanar, se han quedado siempre conmigo.
Mi madre trabajaba como Secretaria de nuestra filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y algunas veces yo iba con ella y bailaba por el hermoso auditorio de la iglesia cerca de su oficina. Una de estas veces, escuché un mensaje de Dios muy clara y directamente. Era un mensaje simple, pero muy poderoso: “Tú eres buena”. Entendí que esto significa que reflejamos a Dios, que es solo bueno; que Dios me hizo a mí y a todos nosotros; y que somos Sus hijos.
Algunos años después, cuando tenía unos nueve años, comencé a tener síntomas de asma. Mis padres llamaban a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí, y yo pronto me sentía mejor. Sin embargo, el problema persistía, y una vez más volvía a tener dificultades para respirar, practicar deportes y tener una rutina normal. Durante este período, mi mamá y mi papá no solo me apoyaban y consolaban, sino que también oraban con persistencia por mí. Sabía que todas mis necesidades eran satisfechas y que podía recurrir directamente a Dios y encontrar libertad duradera.
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