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Original Web

¡Trae la cosecha!

Del número de noviembre de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 17 de septiembre de 2018 como original para la Web.


En general, se reconoce que dar gracias es un aspecto importante de una vida llena de buenos frutos, tanto para las personas, las familias y las comunidades, como para las naciones. Y la gratitud siempre es importante, especialmente cuando la bondad parece estar ausente. De modo que es alentador que algunas naciones tengan designado cada año un Día de Acción de Gracias; en Canadá es en octubre, y en los Estados Unidos es en noviembre, tan solo para mencionar dos.

En todo el mundo hay celebraciones subnacionales y culturales de gratitud en diversas formas también. Estas celebraciones con frecuencia tienen que ver con la temporada después de la cosecha; es la expresión de gratitud por una cosecha abundante. No obstante, el hecho de que estas celebraciones se efectúen incluso cuando una cosecha ha sido menos que abundante, o ha sido tan escasa que la vida de la gente ha enfrentado serios desafíos, habla de la flexibilidad del corazón humano, flexibilidad que abre el camino para que se manifiesten cosas mejores. Por ejemplo, cuando los peregrinos celebraron su primer día de Acción de Gracias en lo que sería los Estados Unidos, la misma ocurrió después de que casi la mitad de ellos murieran tras un invierno muy duro. Su gratitud fue una fortaleza que los capacitó para perseverar y florecer.

Ya sea que busquemos cosechar cultivos, o cosechar el bien en cualquier aspecto de la vida, la gratitud puede abrir nuestros ojos a la abundancia del bien —y oportunidades para el bien común— allí mismo donde parece lamentablemente faltar. Cristo Jesús una vez habló a sus discípulos sobre la necesidad de buscar la cosecha aun cuando, según las apariencias, todavía no haya nada que cosechar. Dijo: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:35).

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