“Qué es la gratitud, sino una poderosa cámara oscura”, escribió Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, en su libro La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea. La cita completa dice: “Qué es la gratitud, sino una poderosa cámara oscura, algo que enfoca la luz donde el amor, el recuerdo y todo dentro del corazón humano está presente para manifestar luz” (pág. 164). Para mí, esto significa que cuando la bondad de Dios es el foco de atención, nuestros pensamientos están abiertos para ver más de la magnificencia gloriosa del Amor en nuestras vidas.
Por ejemplo, en mi propia vida, las palabras son inadecuadas para expresar mi gratitud por la amiga que me dio a conocer la Ciencia Cristiana cuando yo era una adolescente. En aquel momento me sentía muy desalentada por los cambios en el sistema escolar en mi pequeña ciudad. Leer las revistas de la Ciencia Cristiana que ella compartía conmigo abrió mi pensamiento a la bondad de Dios, me hizo sentir amada, y me impulsó a seguir adelante con las tareas escolares y los deportes. Y me hizo más amorosa y servicial en casa.
Después de graduarme del bachillerato y casarme, continué leyendo la literatura de la Ciencia Cristiana que me proveía la abuela de mi esposo, así como la que encontraba en una lavandería. Estas revistas llenaban mi corazón de gratitud y me inspiraron a buscar a Dios como la única fuente del bien. Estaba aprendiendo que podía confiar en Él para todas mis necesidades.
Pronto descubrí que confiar en el amor de Dios responde a nuestra necesidad de empleo. Cuando terminé la facultad de administración de empresas y comencé a buscar trabajo, había puestos disponibles. Pero todas mis entrevistas y cartas terminaban con las palabras: “Estamos buscando a alguien con experiencia”.
De camino a una entrevista un día, sintiéndome rechazada y desanimada, me dirigí a Dios de todo corazón en oración. Mientras escuchaba, me vino claramente la idea de que Dios es Amor y que Él me amaba. Dios no tenía favoritos, sino que amaba a todos Sus hijos. Mi corazón cantó; me sentí segura de que el amor de Dios supliría mi necesidad de trabajo. Me di cuenta de que cuando confiamos en el Dios omnipotente, el Amor divino, no tenemos necesidad de temer. Independientemente de cuál sea la circunstancia o el problema, el cuidado de Dios nunca falla.
Ese día conseguí un trabajo temporal de oficina que derivó en un empleo profesional en mi especialidad. Me hice amiga de una compañera de trabajo, quien me invitó a asistir a las reuniones de testimonios y los servicios de la iglesia, y a mi hija a la Escuela Dominical en la filial local de la Iglesia de Cristo, Científico. Los miembros nos recibieron con los brazos abiertos y el apoyo amoroso que tanto necesitábamos.
Desde el principio, estos nuevos amigos me hicieron notar la importancia de cambiar las quejas por la gratitud. Ellos me dieron ejemplos de la Biblia sobre cómo el hecho de ser agradecidos había impactado vidas. Uno fue el de Cristo Jesús agradeciendo a Dios antes de alimentar a las multitudes. “Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían” (San Juan 6:11). Y el alimento fue suficiente para todos.
Esta prueba del amor omnipresente de Dios y de la provisión infinita me enseñó lo importante que es mantener mis pensamientos llenos de cantos de gratitud y alabanza. Cuando sincera y humildemente reconocemos y agradecemos a Dios por todas las bendiciones que nos está impartiendo continuamente, no podemos, al mismo tiempo, albergar desilusión, desaliento o sentirnos derrotados.
La gratitud continuó siendo una fuerza sanadora en mi vida. Después de un año más o menos, mi jefe me informó que mi trabajo terminaría en unas dos semanas. Me puse muy ansiosa porque mi empleo era la fuente principal de ingresos de mi familia. Mi amiga, al darse cuenta de mi preocupación, me dio este reconfortante versículo de la Biblia: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 40: 10). Esta Escritura calmó mi pensamiento y me liberó del temor.
Me aferré a esa promesa de liberación y también hablé con una practicista de la Ciencia Cristiana, alguien que ayuda a las personas a encontrar soluciones a los problemas mediante la oración basada en las leyes científicas de Dios. La practicista amorosamente me aseguró que Dios era bueno y un “pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1), que Dios nos amaba a mi hija y a mí, y que no tomaría lo que teníamos y nos dejaría sin nada. Aunque ella no sabía la respuesta, me aseguró que sería buena porque la voluntad de Dios para nosotros siempre es buena.
La practicista me animó a escribir al menos diez cosas por las que estuviera agradecida cada día. No parecía que tuviera mucho de qué estar agradecida, pero me esforcé por ser obediente. Entonces, cada mañana antes de alistarme para el trabajo, me levantaba lo suficientemente temprano como para leer el versículo bíblico que me recordaba que Dios siempre está presente para ayudarme, y comenzaba con mi lista de gratitud. Repetía el proceso todas las noches antes de acostarme. Al aferrarme a las prometedoras palabras de ese versículo de la Biblia, y con el aliento de la practicista, llegué a confiar en que Dios satisfaría mi necesidad de empleo.
Cuanto más me esforzaba en ser agradecida, más cosas descubría por las que tenía que estar agradecida. Pronto pude enumerar fácilmente más de diez cosas por las que estaba agradecida cada día. Mi pensamiento se volvió más animado y expectante, y mi amiga comentó sobre la alegría que yo estaba expresando.
En menos de dos semanas recibí una llamada telefónica para ir a una entrevista, y me contrataron en el acto. La nueva posición estaba en el mismo edificio que mi antiguo trabajo, y no hubo interrupción en el empleo. Vislumbré nuevamente la importancia de dar gracias antes de que tenga lugar la curación.
El miedo y la gratitud no son compañeros de cuarto. No pueden ocupar el mismo espacio. La gratitud mantiene el pensamiento abierto y expectante del bien y borra la culpa, la ira, el miedo, etc. Mi corazón agradecido me llevó a estudiar la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana cada semana, y a leer Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, de principio a fin. Durante el primer año de este proceso, quedé libre del deseo de beber socialmente, de la adicción al cigarrillo, de pesadillas severas, alergias y hemorragias. Las relaciones familiares también mejoraron enormemente.
Las palabras de un himno describen el poder de un corazón agradecido:
Un corazón de gratitud
jardín hermoso es,
do toda gracia divinal
perfecta brotará.
. . . . . . .
Oh amante Padre-Madre Dios,
concédenos el don
de un corazón de gratitud,
que a todos amará.
(Ethel Wasgatt Dennis, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 3, © CSBD)
Mi experiencia muestra inequívocamente que la gratitud por la bondad de Dios abre nuestro pensamiento para recibir toda la generosidad del Amor. Cuando nuestros corazones se llenan de alabanza por la bondad divina, somos liberados del desempleo, la escasez, la enfermedad y otros males. Y podemos ayudar a otros a ser libres también, así como la practicista y mis amigos me ayudaron a mí.
Betty Jean O’Neal
