En mi onceavo grado del bachillerato, decidí tomar una clase de Cálculo Avanzado (CA). Me daba mucho trabajo, pero mantuve mi calificación de 10 en ambos semestres. Sin embargo, siempre que hacíamos problemas de práctica en preparación para el examen estandarizado de CA a fin de año, me iba muy mal. Por más que me esforzaba, me costaba hacerlo.
Una semana o dos antes del verdadero examen de cálculo, la profesora nos tomó una prueba de práctica, controlándonos el tiempo y usando una prueba oficial del año anterior. (Es útil saber que las pruebas de CA se califican en una escala de cinco puntos, siendo cinco la nota más alta. Muchas universidades dan crédito a los estudiantes por los exámenes de CA si aprueban con una calificación de tres o más alta.) Tenía el propósito de sacarme un tres en la prueba de práctica, para asegurarme de que estaba lista para el verdadero examen y podía finalmente recibir crédito universitario por el curso. Sin embargo, cuando calificamos nuestras pruebas durante la siguiente clase, descubrí que mi nota ni se acercaba a un tres. De hecho, apenas me saqué un uno, que es la calificación más baja posible.
La situación parecía desesperada. ¿Cómo iba a subir la calificación aunque fuera hasta tres en menos de unas pocas semanas? No obstante, tenía la determinación de aprobar el examen. Todos los días después de las clases, trabajaba con mi profesora y varios compañeros, y por las noches continuaba estudiando por mi cuenta o con un amigo.
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