Hay versículos en el libro del Apocalipsis en la Biblia que a menudo me han reconfortado: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (21:4, 5).
Es fácil ver por qué podría haberme sentido reconfortada con esta promesa profética, pero durante muchos años, me sentí confundida por la frase “ya no habrá muerte”. ¿Cómo podía ser cierto, cuando la muerte parece ser un hecho de la vida? Ya sea que muera un ser querido o pensemos en las tragedias y guerras del mundo, la muerte se presenta como algo inevitable e ineludible.
¿Qué pasaría si aceptáramos ahora mismo la bendición que nos da San Juan en ese versículo del Apocalipsis? ¿Cómo podríamos hacer eso? ¿Qué ocurriría si comprendiéramos que podemos liberarnos del pesar y del llanto ahora e incluso, en cierto grado, no experimentar “más muerte”?
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!