Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Para niños

Mis botas vaqueras y una lección sanadora

Del número de noviembre de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 10 de septiembre de 2018 como original para la Web.


¡Mis botas vaqueras me quedaban demasiado apretadas! Tiré y tiré, y finalmente logré ponerme una bota. Tenía que darme prisa. ¡No quería llegar tarde a la escuela!

Intenté meter el pie en la otra bota mientras la sostenía por la parte de atrás. De alguna manera mi talón resbaló y me aplastó el pulgar. La uña del pulgar apenas se podía sostener y me dolía todo el dedo. ¡Pero tenía las botas puestas! 

Corrí para mostrarle el pulgar a mi mamá. Ella me tomó la mano y me aseguró que estaba a salvo. Me dijo que Dios me ama, por lo que nunca nada podía lastimarme. Comenzó a orar de inmediato.

Me di cuenta de que yo también podía orar. Sabía que Dios estaba allí con mamá y conmigo, y que Dios nos estaba hablando a las dos. 

Cuando mamá dijo que nada me podía lastimar, me hizo pensar en una historia de la Biblia que aprendí en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Hace mucho tiempo, un rey enojado arrojó a unos hombres a un fuego muy caliente (véase Daniel, capítulo 3). Pero estos hombres confiaron en que Dios los salvaría. Y Dios los salvó. El rey se sorprendió al verlos caminar por el fuego, totalmente a salvo, “sin sufrir ningún daño”. Y cuando salieron del fuego, ¡ni siquiera olían a humo!

Esto me hizo pensar: Toda lesión debe carecer de poder, es nada. Así que, podemos apartar nuestro pensamiento de ella y, en cambio, volvernos a Dios.

¿Qué pasa cuando recurrimos a Dios con todo nuestro corazón y pensamiento? Él nos recuerda que somos espirituales, Sus hijos queridos. Entonces siempre somos amados y siempre estamos seguros. Dios nunca deja de amarnos y de cuidarnos. Su ley de armonía nos mantiene a salvo, completos y bien. Sostenidos en Su ley, nada puede lastimarnos. La ley de Dios nos libera de las heridas porque la armonía es la realidad, no las lesiones.

Siempre que escuchamos a Dios, obtenemos las ideas que nos ayudan y nos sanan. Eso es lo que mamá y yo hicimos. Y esto es lo que sucedió después.

En un abrir y cerrar de ojos, mamá tocó el lado de la uña del pulgar que estaba colgando y esta se colocó de vuelta exactamente en su lugar apropiado. No me dolió, y ni siquiera se notaba que unos minutos antes había estado dañada. Estaba perfecta. Había sanado. 

Después de eso, guardamos las botas vaqueras que me apretaban tanto. Pero nunca olvidé la lección sanadora que aprendí ese día.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / noviembre de 2018

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.