Podríamos decir que la gratitud significa estar siempre preparado para reconocer el bien.
La gratitud es “la cualidad de ser agradecido; la disposición de manifestar aprecio por la bondad, y responder a ella”. Y he encontrado que, aparte de esta definición, hay otras dos palabras que hacen que el poder espiritual de la gratitud sea más claro. Una de ellas es alabanza.
La Biblia nos invita, más de 200 veces, a alabar a Dios cualquiera sea la circunstancia. Alabar a Dios es una forma de estar agradecido a Dios, y es interesante notar que la mayoría de esas invitaciones a alabarle son del Antiguo Testamento. Podemos considerar el Antiguo Testamento desde la perspectiva de que era la Biblia de Jesús, la Biblia que él usaba.
El asombroso ministerio de curación de Jesús fue ciertamente construido sobre la exigencia bíblica de ser agradecidos a Dios, de alabar a Dios bajo toda circunstancia. De modo que, cuando quiero aprender más acerca de la alabanza, comienzo con el Antiguo Testamento.
Otra palabra estrechamente relacionada con la gratitud es satisfacción. Satisfacción significa “estar completamente en paz; en total tranquilidad; ciento por ciento contento”. La gratitud, en su dimensión espiritual, es estar totalmente contento con el poder, la creación y la autoridad de Dios. El poema de Mary Baker Eddy titulado “Satisfecho” es una gloriosa alabanza a Dios , un poderoso tratamiento de la Ciencia Cristiana, y termina con esta estrofa:
Los siglos caen, cadenas no hay,
¡gloria a Dios!
Quien hace aquí Su voluntad
saciado es.
(Himnario de la Ciencia Cristiana
N° 160, trad. © CSBD)
De manera que allí está: la hermandad de la gratitud y la satisfacción.
Las palabras que acabo de mencionar, alabanza y satisfacción, son lo que yo llamaría los “colores” de la gratitud; describen aspectos, matices, de la gratitud que reconocen el bien. La gratitud, con estas hermosas, gloriosas y fantásticas tonalidades, abre las ventanas a la vista más grandiosa de la Vida. La Vida, Dios, es todo el bien, santa, completa. La Vida es sublime y da salud. Así que la gratitud es nuestro reconocimiento y expresión de la bondad de Dios.
La gratitud consiste sobre todo en el uso activo y sincero de la consciencia espiritual del bien, y eso hace que sea tan vital. La gratitud es realmente una señal de que somos hijos de Dios, que pertenecemos a Dios, y que comprendemos la verdad fundamental de que el existir es espiritual y del todo bueno.
La gratitud sana
Cuando tenía unos catorce años, me enamoré de los mensajes de la Biblia y llevaba la mía a todos lados. Era una versión pequeña de bolsillo, y la estudiaba a diario. Fue así que me encontré con el tema de la gratitud. También empecé a leer todo lo que escribió Mary Baker Eddy, y uno de esos libros fue Retrospección e Introspección.
Una tarde, estaba sentada en la sala leyendo este libro, cuando me encontré con esta frase que define a Dios por medio de sinónimos: “La Ciencia Cristiana declara que no hay sino una Verdad, Vida, Amor, sino un Espíritu, Mente, Alma” (pág. 60). Esta declaración radical, profunda y directa sobre la unicidad de Dios me impresionó mucho, y supe que la frase no solo presentaba una linda propuesta, sino que definía un hecho espiritual, una ley. Si solo hay una Verdad, Vida, Amor, un Espíritu, Mente, Alma, entonces nosotros, la creación espiritual de Dios, incluimos y expresamos veracidad y autenticidad, energía, sustancia y percepción espirituales. Estaba parada en tierra santa, y profundamente agradecida por Dios.
Minutos después, mi madre entró en la sala de estar y me preguntó si había orado por ella, pues había estado lidiando con un terrible dolor de cabeza y de pronto se sintió libre, como si un interruptor instantáneamente lo hubiera apagado. Yo no había orado por ella, ni siquiera sabía del problema. Simplemente había estado agradecida y admirada de la grandeza y la bondad de Dios, que lo incluye todo. La gratitud por la Verdad bendijo a todos los que tenía presente en mi pensamiento, en el cual, por supuesto, mi madre, ocupa un lugar especial.
Esta asombrosa experiencia me enseñó una clave para la curación. La gratitud por Dios, la devoción sincera y la oración consagrada son directas y profundas. Con bondad e irresistiblemente nos llevan más allá de los sentidos materiales, hacia el sentido espiritual del ser, que consiste sobre todo en la unicidad de Dios, el bien.
La gratitud científica
Es comprensible sentirse desalentado cuando enfrentamos desafíos, pero esas ocasiones nos dan la oportunidad de recordar que la bondad de Dios está presente aquí mismo. La gratitud es el reconocimiento del bien y es una expresión del hecho espiritual fundamental de que Dios es la sola y única autoridad, poder e inteligencia suprema del universo.
Reconocer con gratitud a Dios, el bien, en medio de una experiencia difícil es privar al error o mal de su pretendida victoria. De manera que el hecho de reconocer con gratitud la omnipotencia de Dios nos ayuda a demostrar la ley divina del bien. La gratitud no es teórica; confiamos en lo que sabemos y continuamos creciendo.
Cómo manejar la oposición a la gratitud
En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras,la Sra. Eddy afirma: “Los mortales obtienen la armonía de la salud sólo a medida que rechazan la discordia, reconocen la supremacía de la Mente divina y abandonan sus creencias materiales” (pág. 400). Y reconocer la supremacía de la Mente divina en nuestra vida y abandonar los conceptos limitantes es realmente una tarea diaria.
La inteligencia del universo.
Quizás notemos que la gratitud generalmente no es la primera cosa en la que pensamos cuando enfrentamos desafíos. A fin de practicar con más constancia la gratitud, tenemos que enfrentar con valor y con determinación la oposición de la mente humana a la admiración agradecida. He observado que esa oposición viene a nuestro pensamiento principalmente de dos formas: primero, en una tendencia a restar importancia a las bendiciones de Dios y subestimar el poder y lo sustancial de vivir con gratitud; y segundo, en la forma de un sentido exagerado de superioridad del ego que insiste en una vida y logros propios, separados de nuestro creador.
Mientras la primera forma de oposición produce un estado de pensamiento deprimido y falto de inspiración, la segunda forma de oposición resulta en un vacío mental y en una importancia exagerada de la rutina humana que distorsiona nuestra habilidad para reconocer el bien. Debemos tener bien en claro lo que es verdadero y estar alerta a la tendencia de la mente humana a menospreciar el poder de la gratitud por el reino de Dios. Nada puede socavar nuestro alegre y diario servicio a nuestro Hacedor. El reino de los cielos, nuestro verdadero hogar, merece por derecho nuestra completa y humilde atención.
La función de la humildad
La humildad no tiene ningún problema en cumplir el Primer Mandamiento y poner a Dios primero. Es la humildad lo que nos capacita para orar: “Mi consciencia pertenece a Dios. No voy a permitir que uno de mis pensamientos o uno de mis sentimientos sean usados para negar que Dios es el bien. Seré un buen anfitrión de la gratitud”.
Es crucial recordar que la gratitud, la humildad y la bondad no se originan en nosotros, sino que tienen su fuente de donde provienen la bondad y la salud: el legislador supremo, la individualidad infinita, Dios, el bien mismo.
Al orar diariamente “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, del Padre Nuestro (Mateo 6:11), también podríamos ocasionalmente orar: “Nuestra diaria alabanza por el bien, dánosla hoy”, porque el bien ya está aquí, y se nos da la habilidad para expresar gratitud a nuestro querido Padre-Madre Dios. La respuesta más honorable y natural a la sobreabundancia del bien solo puede ser una celebración.
