En un momento dado hace años, nuestra joven familia tenía muchas necesidades financieras urgentes, y un día en particular, además de preocuparme por las finanzas, me sentía bastante mal. Incluso la idea de llevar a mis hijos a la escuela ese día me parecía abrumadora.
Entonces, me vino el tierno pensamiento, “Deja de preocuparte por todo esto y solo siéntete agradecida”.
La gratitud, como un reconocimiento activo de la bondad, nos aleja de la melancolía mórbida sobre la carencia y la limitación, y centra nuestro pensamiento en nuestras bendiciones. He descubierto que cuando me doy contra una pared con respecto a una relación, a las finanzas, o a no poder superar un problema difícil de salud, centrarme en la gratitud puede ayudar enormemente. Esto, de hecho, me ha sacado de dilemas como esos muchas veces.
Es posible que comience con algo tan simple como estar agradecidos por la sonrisa de un extraño, pero reconocer incluso la evidencia más pequeña del Amor de Dios por nosotros, Sus hijos espirituales, nos hace estar más conscientes de algo aún más sustancial. Me gusta pensar que la gratitud es como dirigir la mirada hacia afuera, hacia los infinitos recursos de la bondad de Dios. El cuidado de Dios está disponible en todas partes, y la gratitud nos lleva a comprender cuán generosa es la provisión divina. Apunta hacia las cualidades espirituales que están detrás de los símbolos de bondad presentes en nuestra vida, como la belleza y la amabilidad. Nos guía fuera de un sentido limitado de provisión hacia una consciencia más expansiva del Dios ilimitable, el bien, que inspira soluciones que satisfacen nuestras necesidades.
Hay un buen ejemplo de esto en la Biblia. Una viuda le dijo al profeta Eliseo que se llevarían a sus hijos para saldar las deudas de su difunto esposo (véase 2 Reyes 4:1-7). Eliseo preguntó: “¿Qué tienes en casa?” Ella respondió que solo tenía una vasija de aceite. Él le dijo que tomara prestadas vasijas de sus vecinos y que comenzara a verter el aceite en ellas. Mientras lo hacía, el aceite siguió fluyendo hasta que todas las vasijas estuvieron llenas; esto fue suficiente para pagar la deuda y mantener a su familia.
Eliseo tuvo una vislumbre de que todo lo bueno proviene de Dios, quien transmite ideas que satisfacen nuestras necesidades humanas. En cierto modo, Eliseo le estaba pidiendo a la viuda que comenzara por estar agradecida, incluso cuando parecía que no tenía nada. Su disposición de hacer lo que él le pidió representó un cambio en el pensamiento que se apartó de la privación y se volvió hacia el cuidado de Dios. Y sus necesidades fueron satisfechas.
La gratitud nos aleja de la melancolía mórbida sobre la carencia y la limitación.
Entonces, mientras llevaba a mis hijos a la escuela ese día, comencé a expresar gratitud porque los niños tenían una buena escuela a dónde ir, y por los familiares y amigos que nos amaban. Y eso me llevó a estar agradecida por el Amor divino como la fuente del amor que se expresa en nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra iglesia y el mundo.
Cuando volví a casa, me sentía mucho mejor y pronto había sanado por completo. Además, aunque no recuerdo exactamente cómo se mejoró la situación financiera, sé que todas las necesidades fueron satisfechas ese mes y en todos los años que transcurrieron desde entonces.
En sus escritos, Mary Baker Eddy, la fundadora del Monitor, habla detenidamente sobre estas ideas. Por ejemplo, ella escribe: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis. ¡Qué gloriosa herencia se nos da mediante la comprensión del Amor omnipresente! Más no podemos pedir; más no podemos desear; más no podemos tener. Esta dulce seguridad es el ‘Calla, enmudece’ para todo temor humano, para el sufrimiento de toda clase” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 307).
El Día de Acción de Gracias es un buen momento para recordar la gratitud, pero cada momento es un buen momento para dejar que la gratitud lleve el pensamiento hacia la infinita bondad de Dios, que satisface las necesidades grandes y pequeñas.
 
    
