Recurrir a Dios para responder a cualquier necesidad de mi vida ha sido natural para mí, desde mis primeros días en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Así que, cuando estando en la ducha, de pronto quedé inmovilizada de la cintura hasta el cuello, me volví inmediatamente a Dios en oración. La sensación de encontrarme en esa prisión física fue aterradora.
Al sentir como que la estructura de mi cuerpo estaba en peligro, recurrí a Dios para que me diera un pensamiento, una verdad espiritual en la que apoyarme, y que disminuyera el temor y trajera curación. De inmediato me vino al pensamiento la definición de Iglesia de la página 583 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. La misma comienza: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa sobre el Principio divino y procede de él”. Así como esta definición saca la idea de Iglesia del concepto de un edificio de ladrillo y cemento, yo estaba orando para comprender que mi cuerpo era un concepto espiritual, no una estructural mortal y material.
El resto de la definición dice así: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza, despertando el entendimiento dormido de las creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos”. Quería comprender de qué forma esta verdad se aplicaba a mí como hija de Dios. Pensé que la estructura de mi ser era un reflejo perfecto de la misma Verdad y Amor divinos que estaban sosteniendo la Iglesia, y que mi forma era en realidad espiritual, no material, de manera que no podía estar sujeta a la parálisis o a la inactividad. ¿Cómo era posible que algo creado por Dios estuviera sujeto a tal limitación? ¡Eso sería una imposibilidad!
Sabía que el propósito sustancial de mi cuerpo era glorificar a Dios, y que mi vida consistía en probar su utilidad con una actividad útil y correcta, no con inactividad. Continué razonando de esta forma, escuchando para que la inspiración divina llenara cada uno de mis pensamientos.
Muy pronto pude cerrar el agua con el pie, salí de la ducha, y llamé a mi esposo, que era un Científico Cristiano experimentado. Él me cubrió con una toalla y me trajo un teléfono para que llamara a mi madre, que era una sanadora eficaz, una practicista de la Ciencia Cristiana. Compartí con ella las ideas con las que estaba orando, y le pedí que orara conmigo para ayudarme a comprender que yo era una idea espiritual, intacta, útil y activa. Me dijo que estaba de acuerdo en orar conmigo, y colgamos.
Le pedí a mi esposo que me ayudara a estar confortable en el cuarto de al lado. Él me leyó la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana, y yo escuché con todo mi corazón. Aunque no recuerdo de qué se trataba la Lección Bíblica, cada Lección está llena de verdades espirituales acerca de la identidad, la actividad y cómo liberarse del temor. Me aferré al hecho de que mi cuerpo verdadero era en realidad espiritual, la estructura del Espíritu, no de la materia.
En aquella época yo era directora de enfermería de la Ciencia Cristiana en un sanatorio. Sentí que mi lugar correcto era estar allí sirviendo, no quedarme en casa. Después de un par de horas, empecé a tener más libertad para moverme, aunque me resultaba difícil usar los brazos, y mi movilidad era todavía limitada. Mi esposo me llevó al trabajo, y pude trabajar en mi escritorio. Fue para mí una pequeña victoria cuando logré abrir un pesado cajón de archivo. Aquella noche pude cantar con nuestro coro de la comunidad, así como también levantar y llevar un banco para el pianista desde el otro lado de un cuarto, aunque con cierta dificultad. Para la mañana siguiente estaba completamente bien, y tenía total libertad de movimiento.
Esta curación ocurrió hace 15 años, y el problema jamás ha vuelto a presentarse. He sido activa en muchas formas, entre ellas, haciendo largas caminatas, corriendo, andando en bicicleta y viajando extensamente.
Estoy muy agradecida por la prontitud de esta curación. Es un regalo extraordinario el que aprendemos en la Ciencia Cristiana: que cualquiera puede contar con el Cristo, la Verdad, para obtener completa libertad y esperar que la salud sea el estado natural de su existencia.
Caroleen M. Scholet
Hopewell, Nueva Jersey, EE.UU.
