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Estar allí

Del número de junio de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 17 de abril de 2018 como original para la Web.


¿Te has sentido alguna vez estancado? La mayoría de nosotros se ha sentido alguna vez así. Me gustaría compartir contigo algunas ideas que me han ayudado a orar cuando he enfrentado situaciones difíciles en las que no podía encontrar una salida.

Los evangelios cuentan que Cristo Jesús caminó sobre las aguas. Lo hizo después de haber alimentado a cinco mil personas, y después se fue a una zona montañosa a orar. Mientras tanto, sus discípulos subieron a una barca y se fueron remando por el Mar de Galilea para ir a Capernaum. Fue entonces que surgió una tormenta. Según cuenta la historia, después de recorrer unos 5 o 6 kilómetros, los discípulos vieron a Jesús caminar hacia ellos sobre el mar y se asustaron. Jesús dijo: “Yo soy; no temáis” (Juan 6:20). Entonces subió a la barca de ellos, y cesó el viento. Estoy seguro de que sintieron un gran alivio al estar nuevamente con él.

Puedes leer este relato en los evangelios de Mateo, Marcos y Juan en la Biblia, pero solo Juan registra lo que ocurrió después de que Jesús subió a la barca de los discípulos, con estas palabras: “Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban” (Juan 6:21, agregó con énfasis).

Es sumamente profundo pensar en esto. Juan no menciona que hubiera condiciones inusuales del agua o del viento que fueran responsables de lo que ocurrió. El tiempo y el espacio no tuvieron nada que ver; Jesús se unió a ellos, y luego llegaron de inmediato a tierra. 

Me recuerda la definición metafísica que hace Mary Baker Eddy de día, la cual incluye lo siguiente: “Los objetos del tiempo y del sentido desparecen en la iluminación de la comprensión espiritual, y la Mente mide el tiempo de acuerdo con el bien que es desarrollado” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 584).

 He llegado a pensar de esta experiencia en el evangelio de Juan como un ejemplo de que Jesús “estaba allí”, a diferencia de “llegó allí”. Él sabía claramente que no podía estar separado de Dios, y su unidad con toda existencia verdadera. 

Las acciones y ejemplo de Cristo Jesús indican que él sabía muy bien que esto era verdad. Como ser, Jesús no habría podido alimentar a la multitud si hubiera aceptado la limitación de tener tan solo cinco panes y dos peces. De igual manera, no podemos escapar de nuestros problemas si estamos convencidos de que nos encontramos firmemente atascados en ellos.

Como la mayoría de nosotros, a veces me he encontrado atrapado entre la roca proverbial y un lugar difícil de llegar. Cuando ha ocurrido esto, me ha resultado sumamente útil adoptar, tanto como pueda, la práctica de Jesús de “estar allí”, como lo describí antes. He aprendido que lo que realmente necesito hacer es cambiar mi punto de vista mental —acerca de dónde estoy y qué soy— en lugar de enfocarme en resolver el problema. En vez de pensar: “estoy atascado”, he hallado que puedo comprender que “ya estoy allí”, metafísicamente hablando. En otras palabras, he podido darme cuenta de que soy una idea espiritual perfecta, ahora mismo, y ya incluyo la bondad de Dios, incluso una solución, incluso Su gracia. Varias veces he podido dejar inmediatamente de sentirme atrapado o con pánico al enfocarme en mi oración de esta manera.

Por ejemplo, recuerdo que en una oportunidad me identifiqué fuertemente con José, un personaje de la Biblia a quien sus hermanos habían arrojado a un pozo profundo (véase Génesis 37:23-28). Esto ocurrió cuando comenzaba mi carrera como practicista de la Ciencia Cristiana, y me sentía bastante atascado en mi propio “pozo” de preocupación, duda y desesperación. No veía ninguna salida, y no sentía que tuviera que pedir ayuda a otros. Dios parecía estar muy lejos. Al recurrir a Él de todo corazón en oración, me di cuenta de que solo estaba imaginando que me hallaba en un pozo, y que, si decidía hacerlo, sabría que en verdad ya estaba fuera del pozo. Al reconocer esto en mi oración, empecé a pensar que yo era un practicista capaz que podía ayudar a alguien que se sintiera atrapado.

¿Cuál era la diferencia? De repente, había dejado de sentirme una “víctima”. No había cambiado nada externo, pero mi perspectiva mental se había iluminado. Me sentí inspirado. Las ideas espirituales y los hechos científicos comenzaron a inundar mi pensamiento. ¡Pasé de la oscuridad a la luz! Me sentí fuerte y seguro. Empecé a orar por cada uno de los problemas que pensaba que tenía. Pero ahora podía entender que los problemas no eran “mis” problemas de ninguna manera, sino pretensiones impersonales, conceptos errados que había aceptado temporalmente que me pertenecían. ¡Esa fue la curación! Recuperé mi energía, propósito, inspiración y alegría.

Dios es ul único Ego divino e infinito, e incluye toda identidad e individualidad.

¿Qué ocurrió? Esto no fue una visualización; esto fue una oración científica; fue comprender que cualquiera sea la situación problemática en la que nos encontremos, la misma no solo no tiene realidad, sino que no tiene identidad. No está ligada a ninguna persona, lugar o cosa. Ciencia y Salud lo indica de esta forma: “El error es una creencia falsa y mortal; es una ilusión, sin identidad o fundamento espirituales, y no tiene existencia real” (pág. 287). Las desesperadas sugestiones en las que me había enredado habían perdido su identidad como yo. Eran simplemente creencias que no eran verdad. No necesitaba ser rescatado de un pozo en el que no estaba, y pude comprender que esto realmente era verdad para todos.

A veces nuestras oraciones pueden parecer tan solo palabras vacías. Pero es el espíritu lo que realmente sana. Ciencia y Salud dice: “Recuerda que la letra y el argumento mental son sólo auxiliares humanos para ayudar a poner el pensamiento en concordancia con el espíritu de la Verdad y el Amor, que sana a los enfermos y a los pecadores” (págs. 454 –455).

Para mí, la razón principal de “estar allí” es un cambio espiritual repentino y rotundo en el pensamiento. Es tomar consciencia “liberados del tiempo” de nuestra identidad espiritual real; es comprender que estamos a salvo bajo el cuidado de Dios, en lugar de estar en problemas, enfrentando una situación insuperable. Antes que nada, es entender que la oración no es una técnica humana o proceso mental. No somos mortales moviéndonos firmemente hacia el Espíritu, aunque otros así lo piensen. Para mí, “estar allí” ha significado abandonar un punto de vista equivocado —la actitud de una víctima— y aceptar instantáneamente la inocencia, el dominio espiritual y la libertad que Dios me ha dado. Es aceptar lo que es verdad ahora mismo.

Aun cuando parezca que nos hallamos en problemas, estamos siempre verdaderamente en la presencia de la gracia de Dios. El cambio que describo —de “me resulta difícil llegar allí” a “estoy allí ahora”— es un despertar en el pensamiento de verdades espirituales que se vuelven cada vez más brillantes a medida que las abrazamos. Es la sensación de estar cerca de Dios, o una convicción sincera y sin palabras. Estoy convencido de que Eddy está hablando de la necesidad de comprender esta percepción fundamental y auténtica de la realidad cuando escribe: “Sólo por medio de una confianza radical en la Verdad puede ser realizado el poder científico de la curación” (Ciencia y Salud, pág. 167).

El relato de Juan, cuando Jesús se trasladó a la playa sin que tomara tiempo alguno, y mis propias experiencias de “estar allí”, han arrojado nueva luz a algunos pasajes conocidos. He aquí algunos ejemplos:

 “Amados, ahora somos hijos de Dios” (1 Juan 3:2). No dice “muy pronto seremos” los hijos de Dios.

La “declaración científica del ser” no se llama “la declaración científica del llegar a ser” (véase Ciencia y Salud, pág. 468). 

Dios se reveló a Sí Mismo a Moisés como “YO SOY EL QUE SOY” (Éxodo 3:14), no como “ESTOY TRATANDO DE SER LO QUE SOY”.

Esta declaración del capítulo “Recapitulación” de Ciencia y Salud, pone de relieve nuestra necesidad básica de sentir el espíritu de Verdad: “… la Verdad es real, y el error es irreal. Esta última declaración contiene el punto que admitirás con mayor renuencia, aunque desde el primero al último es el que más importa comprender” (pág. 466). Afortunadamente, “estar allí” no es realmente una opción. Podemos comprender que es un hecho espiritual para todos nosotros. No podemos estar en ningún otro lugar; no podemos salir del reino del Espíritu infinito, donde reina el Espíritu.

Si comienzas a sentirte como una víctima, puedes abandonar ese sentimiento ahora mismo. Es un hecho establecido que somos expresiones espirituales de Dios ahora, y no se requiere de ningún tiempo y proceso para que hagamos esto. Estamos libres para avanzar. Somos realmente ideas divinas; nuestras identidades son espirituales, libres y están a salvo. Este es un hecho bien fundado aun cuando momentáneamente nos sintamos inseguros de él. Dios nunca nos pierde de vista a nosotros y a nuestra perfección, jamás permite que el mal se inmiscuya en Su creación. Lo único que podemos ser por siempre es nuestra propia identidad espiritual y verdadera. Y la razón por la cual podemos probar estos hechos espirituales es porque ya son verdad. A medida que abramos nuestro pensamiento a estos hechos y los comprendamos, veremos más evidencia de ellos en nuestra vida.

Entonces, recordemos lo que Dios es, y lo que somos realmente:

  • Somos la emanación de Dios. Dios es Todo-en-todo. Él expresa Su ser como idea, como el hombre, incluidos tú y yo, hechos a Su semejanza.
  • Dios es el único Ego divino e infinito, e incluye toda identidad e individualidad; y Él individualmente se expresa a Sí Mismo como tú y yo y como cada uno de Sus otros hijos.
  • Dios existe por sí mismo, consciente de Su propia existencia. Esta consciencia divina de la propia identidad se expresa a sí misma como nuestra verdadera individualidad, Su expresión. Somos cada uno de nosotros el reflejo individual de la consciencia que la Mente tiene de sí misma.

Si nos encontramos pensando “Este problema es demasiado grande”, o “Ese lugar queda muy lejos”, podemos saber que esto es simplemente una mentira, un punto de vista falso. No es verdad y jamás lo será. Podemos rechazar con firmeza la sugestión de que debemos aceptar o desempeñar el papel de “víctima”. 

Si los sentidos materiales susurran: “No sé lo suficiente”, Dios ciertamente lo sabe, y ¡nosotros lo reflejamos a Él! Este consejo es muy reconfortante para mí: “A fin de que la razón humana no oscurezca el entendimiento espiritual, no digáis en vuestro corazón: La enfermedad es posible porque nuestros pensamientos y conducta no proporcionan suficiente defensa contra ella” (Mary Baker Eddy, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 161).

Aunque todavía no podamos caminar sobre el agua, podemos seguir a Jesús que hacía caso omiso de las limitaciones, y adoptar su actitud espiritual de la vida en Dios, de la vida inseparable del bien. Nuestro cambio mental de la oscuridad a la luz espiritual no necesita tomar siempre tiempo o ser un proceso; puede ser inmediato. Al separarnos del problema y vernos como expresión de Dios, podemos ver que somos el vencedor, no la víctima, y de esto se trata la salvación.

Como Jesús, los discípulos y la barca, podemos estar allí.

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