Papelitos amarillos llenos de tareas pendientes. Página tras página de llamadas por hacer, informes por escribir, reuniones a las que asistir. Cada minuto del día de trabajo de mi jefe estaba ocupado. Él era presidente de la firma de investigación para la que yo trabajaba, y los empleados y clientes lo conocían como el administrador más consumado del tiempo.
Ciertamente, sus métodos eran sorprendentes. Tener la capacidad de administrar el tiempo con eficacia puede ser sumamente útil. Pero para mí persiste una pregunta: ¿Son correctas nuestras prioridades? ¿Estamos prestando atención a lo que, en última instancia, es lo más importante?
Muchos han hallado que la oración y el descubrimiento espiritual son las prioridades más importantes de cada día. Hacer tiempo para estar en silencio y oración en comunión con Dios, la Mente, fortalece nuestra confianza en el cuidado de Dios, y hace que estemos cada vez más conscientes de que la dirección divina está en operación.
Pero ¿qué pasa si nuestros días (y noches) ya están llenos de cosas por hacer? ¿Qué sucede con esas fechas de entrega en el trabajo, los proyectos que no pueden retrasarse ni un minuto más, llamadas y correos electrónicos que esperan respuesta, y todas esas necesidades familiares? No podemos darle la espalda a todo eso.
No, no podemos. Esas cosas no deben ser desatendidas. Pero tampoco nuestro desarrollo espiritual. Cuando las cosas no andan bien y luchamos por mantenernos en control de todas las cosas, tenemos que confiar en que utilizar recursos espirituales no es algo que se suma a la sensación de carga que ya sentimos o limita aún más nuestro tiempo o energías, sino más bien acaba con el sentido de limitación y nos guía con todo éxito hacia adelante. Toda oración que hacemos para comprender mejor la naturaleza ilimitada del bien que Le pertenece a Dios, que emana de la Mente divina, es un paso espiritual hacia adelante que nos libera. Este avance en nuestra comprensión de la Mente divina e infinita, la fuente de sabiduría y bondad, y de nuestra relación con esa Mente, como la expresión misma de esa sabiduría y bondad, rompe con la perspectiva limitada de la mente humana que piensa en un mortal que debe hacer las cosas solo. Nuestro pensamiento se abre al bien inconmensurable de Dios, y a la inteligencia que está aquí para guiarnos por el camino en todos los aspectos de nuestra vida.
No deberíamos pensar que vivir más de acuerdo con este punto de vista espiritual y forma de vida, compite con todos los otros requisitos de nuestro día. Más bien, hacerlo —esforzándonos por tener un pensamiento más espiritualizado— revela cómo enfrentar y dar prioridad a las responsabilidades de la forma más perspicaz y ordenada, que nos ayuda a ahorrar tiempo. Cuando nos dedicamos a tener un entendimiento más claro del bien infinito que el Espíritu, Dios, está expresando, nos damos cuenta de que desconfiamos de la supuesta capacidad y oportunidad limitadas de la mente humana. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “Las capacidades humanas son ampliadas y perfeccionadas en la proporción en que la humanidad gana la concepción verdadera del hombre y de Dios” (pág. 258).
Utilizar los recursos espirituales acaba con la limitación.
Esta comprensión más grande de Dios revela más de lo que somos en realidad —el hombre (y el término hombre significa todos los hombres, mujeres y niños)— espirituales, completos, expresando todo el bien que constituye la Mente divina y la naturaleza divina. El hombre es la semejanza de Dios, el bien, como indica la Biblia; expresa la inteligencia, la sabiduría, el orden, la fortaleza y el cuidado que fluye naturalmente de Dios, y que caracteriza el gobierno divino del universo. A medida que comprendemos esto, descubrimos capacidades y habilidades que probablemente nunca imaginamos que teníamos.
Reconocer que Dios es la única Mente —ilimitada, siempre presente— y apoyarse cada vez más en esta Mente divina, que reflejamos como hombre, hace avanzar nuestro crecimiento hacia el Espíritu, dándonos más de la previsión y control que necesitamos para lidiar satisfactoriamente con las demandas de cada día.
Reevaluar nuestras prioridades y prestar más atención para comprender a la Mente, Dios, no consiste en apiñar ideas espirituales dentro de una mente propia atestada. De hecho, la creencia de que tenemos una mente mortal personal de algún tipo es un error. Dicho malentendido debe subordinarse, y sus gritos de presión, temor y cosas por el estilo deben rechazarse, no contemplarse. De esta forma utilizamos la inteligencia y el orden que pertenecen únicamente a la Mente divina y que todos pueden expresar, cualquiera sea la situación. Ciencia y Salud señala una sabia prioridad: “Despojar el pensamiento de confianzas equivocadas y evidencias materiales a fin de que las verdades espirituales del ser puedan aparecer, este es el gran logro mediante el cual eliminaremos lo falso y daremos lugar a lo verdadero” (pág. 428).
En momentos de gran demanda también es importante comprender que la Mente no suspende su gobierno armonioso. Lo que se necesita está a nuestro alcance a cada momento. Podemos orar, impulsados por el profundo deseo de nuestro corazón de obtener comprensión espiritual y vivir una vida más espiritual. Y aunque ciertamente podemos orar durante el día, siempre es útil designar suficiente tiempo solo para orar.
En la Biblia encontramos un ejemplo de cómo Jesús daba prioridad a la oración durante el día: “Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba” (Marcos 1:35, La Biblia de las Américas). Esa prioridad sigue teniendo mucho sentido. Ajustar nuestra rutina, posponer actividades innecesarias, dejar a un lado nuestros dispositivos digitales, u otros cambios, pueden ser necesarios para dedicar todo nuestro corazón y mente a dicha actividad altamente importante.
El avance espiritual es lo más importante porque nos revela las realidades de la existencia, de que nuestra verdadera identidad es espiritual e ilimitada. Permitir más de esta influencia divina en nuestra vida diaria —una influencia reconfortante y sanadora, no una que provoca estrés— es realmente muy natural, y los buenos resultados son también muy naturales. Encontramos inspiración y expresamos mayor dominio sobre las demandas de la vida humana. Cosechamos beneficios prácticos, no castigos. Y el hecho de esforzarse por alcanzar progreso espiritual no es simplemente una alta prioridad, ¡es un privilegio!
