El otro día estaba sentada en la sala de espera de un centro de servicio de automóviles expresando gratitud incluso por poder estar allí. Al despertar esa mañana, y darme vuelta para apagar el despertador, sentí al instante un dolor severo en el área del omóplato, como si algo me estuviera apretando. El dolor era tan fuerte que casi no podía respirar, y necesité la ayuda de mi esposo para poder levantarme de la cama.
Normalmente, me encanta despertarme en las mañanas para saludar a Dios y escuchar las afirmaciones espirituales del bendecido día que voy a tener como Su amada hija. Sin embargo, esa mañana, supe que tenía que orar directamente para que mi pensamiento se elevara espiritualmente, a fin de poder recibir esos mensajes. Me puse lo más cómoda posible y comencé a estudiar la Lección Bíblica semanal que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.
Sabía que esas palabras de aliento de la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, apoyarían mi confianza en que el Cristo, la Verdad, se ocuparía de todas mis necesidades a lo largo del día. Leí los siguientes versículos de Proverbios: “Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia (…) Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz” (3:13, 17). A medida que oraba me sentí segura de poder apoyarme en las verdades de las Escrituras para refutar la mentira del dolor y comprender que confiar en la guía y el gobierno de Dios traería alegría y paz a mi día.
Sabía que la renovada inspiración que había recibido durante mi estudio y oración esa mañana me ayudaría a llegar a la cita para el mantenimiento del auto que había programado para más tarde, y que el consuelo del Amor divino me cuidaría durante la cita. Cuando llegué me senté en la sala y me puse los audífonos para escuchar relatos de curaciones del Christian Science Journal ydel Sentinel. Mientras escuchaba a las personas hablar acerca de cómo se habían apoyado con confianza firme y exitosamente en Dios para satisfacer todo tipo de necesidades humanas, mis pensamientos se tranquilizaron y se volvieron más alegres.
Entonces recordé una cita de la Lección Bíblica, que decía: “Puesto que Dios es Todo, no hay lugar para Su desemejanza. Dios solo, el Espíritu, creó todo y lo llamó bueno. Por tanto, el mal, al ser contrario al bien, es irreal, y no puede ser el producto de Dios” (Ciencia y Salud, pág. 339). Esta pretensión material de dolor era tan desemejante a Dios que no podía aceptarla como real, como parte de mi identidad.
Después de que mi automóvil estuvo listo, decidí caminar por mi comunidad, porque sentía que estaba progresando y que me iba a encantar estar afuera en ese cálido día de otoño.
El área del centro donde vivo tiene tiendas pintorescas y un pequeño campus universitario. Al pasar por algunas tiendas, mi corazón se llenó de gratitud por todo lo que los propietarios de las tiendas ofrecían a sus clientes, como orden, belleza, encanto, individualidad, alegría, honestidad y accesibilidad. Saludé a cada persona que vi, con una sonrisa y un saludo amistoso. Cristo Jesús nos enseña a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y sentí que estaba experimentando las verdades sanadoras detrás de esa enseñanza. Realmente estaba sintiendo mucho amor por mi comunidad.
Pasé por las casas y miré con afecto a algunos gatos y perros, afirmando mentalmente que estas queridas mascotas tenían un lugar en el reino de Dios por ser ideas amorosas, fieles, felices y obedientes de Dios. Y mientras caminaba por el campus de la universidad, observé a los estudiantes caminar de aquí para allá y aprecié las cualidades naturales que Dios les ha dado de inocencia, constancia, inteligencia, fuerza, gracia, respeto y humildad.
¡Mi corazón estaba tan lleno de amor, aprecio y gratitud! No fue sino hasta que iba manejando de regreso a casa que me di cuenta de que estaba completamente libre del dolor, y lo he estado desde entonces. Al ver y apreciar la expresión de la bondad de Dios en mi comunidad, había cedido al Amor divino, y eso me había sanado. Ciencia y Salud nos enseña, “el pensamiento inspirado renuncia a una teoría material, sensual y mortal del universo, y adopta la espiritual e inmortal” (pág. 547). El Amor divino había inspirado mi pensamiento con tanto amor ese día, que lo único que vi fue la visión correcta y espiritual de las personas y animales que encontré, y de los lugares por los que pasé, y eso incluía también ver y aceptar solo una visión correcta y espiritual de mí misma.
Después del almuerzo, fui nuevamente a mi comunidad para reunirme con alguien que era nuevo en la Ciencia Cristiana y quería hacerme preguntas sobre mi comprensión de ella. ¡Vaya si estaba lista para compartir mi inspiración con todo lo que había aprendido esa mañana!
Deborah Wright
Alma, Michigan, EE.UU.
