Hace unos años, noté que tenía un tumor feo en un costado del brazo. Por más que me sentía asustada, también estaba aprendiendo acerca de Dios a través de mi estudio de la Ciencia Cristiana. Oré partiendo del hecho de que Dios es Todo, de que el universo, incluso yo, es la constante y perfecta expresión del bien que es Dios, nuestro Padre. Cuando acepté esto como un obsequio de Dios, el temor disminuyó.
Comprendí que, si algo no era bueno, no podía venir del Padre, por lo cual no era real. Y si no era real, entonces yo no tenía por qué continuar mirándolo.
Dejé de creer en la realidad de algo que era desemejante a Dios y empecé a creer en la promesa de Dios de que todo lo que Él ha hecho es muy bueno (véase Génesis 1:31). Dios no dijo que Él había visto todo y que la mayor parte era muy buena. No. ¡Cada cosa que hizo era muy buena! Yo podía confiar en esto.
Recuerdo claramente que pensé: ¿Por qué vas a estar ansiosa de que desaparezca algo que nunca tuvo comienzo alguno? El tumor disminuyó de tamaño y finalmente desapareció sin dejar rastro. Lo que pensaba que había visto era una ilusión, como un espejismo de agua en una autopista.
Con una confianza mayor en Dios, ahora estoy aprendiendo que solo puedo tener lo que Dios me da. Y lo que Dios me da y está por siempre saliendo a borbotones es bondad, alegría y salud espirituales.
Jan Klesse
Nueva Hartford, Nueva York, EE.UU.
