El joven con el anotador estaba tratando de lograr que la gente que pasaba donara al grupo en pro de la naturaleza que representaba. Hablaba con mucha dulzura y mostraba fotos de encantadores cachorros de focas y daba convincentes argumentos de que incluso, una donación de $5.00 podía hacer una diferencia. Sin embargo, cuando me acerqué a él, no me dio el agresivo discurso. En cambio, sonrió y dijo: “Apuesto a que tú ya eres una donadora”.
Estaba en lo cierto. Lo era. Nos saludamos golpeando nuestros puños y por un momento estuvimos hablando de cuánto amábamos la organización y porqué. Cuando me iba, con sus manos formó un corazón en señal de gratitud y de camaradería por nuestro amor por la naturaleza.
¿Por qué valoro la iglesia por encima de todo lo demás?
Tengo que admitir que me embargó una sensación cálida y conmovedora por hacer algo bueno, y ser aceptada en un grupo. Y esto me hizo pensar en la iglesia. Tal vez la gente no esté en las calles tratando de que nos unamos a ellos. Quizás el hecho de ser parte de una iglesia no siempre nos hace sentir “genial”. Pero en mi vida, no hay organización más importante ni causa más grande por la que trabajar, que la que he encontrado en la iglesia.
Sabía esto antes de ver al joven con el anotador, pero hablar con él me hizo pensar más en porqué valoro la iglesia por encima de todo lo demás. Me di cuenta de que se reduce a tres cosas claves: Qué es la iglesia. Qué hace la iglesia. Y el impresionante efecto que la iglesia tiene en nuestras vidas.
Aunque cuando pensamos en la iglesia puede que pensemos en un edificio o un grupo específico de gente, he llegado a comprender que es mucho más que eso. Mary Baker Eddy la define en parte como “aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza, despertando el entendimiento dormido de las creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 583).
Ya sé, es una definición muy larga, pero cuando empiezas a dividirla y a percibir el impresionante poder de la actividad de la iglesia, no puedes menos que maravillarte. Simplemente piensa en esto: Cada filial de la Iglesia de Cristo, Científico, así como La Iglesia Madre, tiene la inherente capacidad de liberar a toda la humanidad de los desafíos, dolores y terrores de la mortalidad. Estamos hablando de todo, desde la desigualdad racial y de género hasta la pobreza y la enfermedad. A medida que obtenemos una perspectiva de la iglesia basada en Dios, percibimos más de su capacidad, nos damos cuenta de que se está produciendo una mayor elevación espiritual y más curación en nuestras comunidades y en el mundo.
Para asegurarme de que estoy viendo la Iglesia por lo que realmente es —en otras palabras, no un montón de gente realmente esforzándose por hacer un buen trabajo en un mundo fracturado, por más noble que sea ese motivo— he descubierto que es útil pensar más profundamente en la primera parte de la definición de Iglesia de Eddy. La parte de la definición que da a entender que la Iglesia es una idea espiritual: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa sobre el Principio divino y procede de él”.
Esta opinión acerca de la Iglesia va más allá del ámbito de otras organizaciones humanas, donde puede que se piense que es anticuada, no pertinente o limitada en su habilidad para producir un cambio. Más bien, la Iglesia verdadera, la idea espiritual de Iglesia, tiene el respaldo del imponente y supremo poder de Dios para producir cambios reales y perdurables en la vida de la gente y en el mundo.
He sentido esto muchas veces en mi propia vida cuando una percepción más espiritual de iglesia ha disuelto mis frustraciones con otros miembros, producido curación cuando he participado en actividades de la iglesia, y me ha hecho abrir más hacia los demás y me he sentido más dispuesta a ofrecer ayuda, oraciones y amor a vecinos y extraños. También me ha bendecido al mostrarme que cada uno de nosotros tiene la capacidad de ser testigo del extraordinario poder espiritual del bien. Y que cada uno de nosotros —sí, cada uno de nosotros— es llamado a ser testigo del bien de Dios y su poder.
Necesitamos la iglesia y la iglesia nos necesita a nosotros, tanto individual como colectivamente. No se trata de que la iglesia es de algún modo mejor que otras organizaciones; lo que ocurre es que su alcance tiene el potencial de ser mucho más amplio, al sanar y salvar a todo el mundo. Pero eso requiere de todos nosotros: nuestro amor, nuestro compromiso, nuestra disposición de captar la visión espiritual de la Iglesia y aferrarnos a ella aun cuando parezca difícil hacerlo. No obstante, cuando lo hacemos, podemos ver y experimentar un cambio radical.
Es por eso que mis manos están formando un corazón para ti. Ya sea que actualmente seas miembro de la iglesia o un futuro miembro, estoy agradecida por ti y por el trabajo que logramos hacer juntos por esta Causa. Tal vez no siempre veamos los efectos, por lo menos al principio, pero la promesa inherente en la iglesia es que siempre hace una diferencia.
