Después de tener una carrera de 21 años en el ejército de los Estados Unidos, empecé a someterme a los exámenes médicos anuales del Departamento de Asuntos de Veteranos, lo cual era un requisito porque estaba recibiendo beneficios como veterano. Durante esos exámenes, me diagnosticaron una forma rara de cáncer de páncreas. Como soy Científico Cristiano, desde el principio negué mentalmente que esa pretensión fuera verdad. Sin embargo, cuanto más la negaba, más evidencias se presentaban que la confirmaban. No era suficiente negar la pretensión; me di cuenta de que debía apoyarme con vigilancia e insistencia en lo que yo había llegado a comprender que era verdad acerca de mí mismo como imagen y semejanza de Dios.
Me aferré de todo corazón al hecho espiritual de que Dios, el Espíritu, y el hombre, el reflejo del Espíritu, son uno y son inseparables; de manera que el hombre no podría existir sin Dios, y Dios no podría manifestarse sin Su reflejo, el hombre, es decir, cada uno de nosotros. Fue crucial para mí aferrarme radical y firmemente a este discernimiento espiritual, a fin de rechazar la pretensión falsa que apoyaba este diagnóstico basado en la materia, y vencer el temor de estar separado de Dios y sanar.
A veces tenemos que conocer la verdad con vigilancia para poder superar la obstinada resistencia de la mente carnal o mortal. Un pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy explica: “Para ser inmortales, tenemos que abandonar el sentido mortal de las cosas, volvernos de la mentira de la creencia falsa hacia la Verdad, y recoger de la Mente divina las verdades del ser” (pág. 370). Cuando vigilamos nuestros pensamientos y oramos comprendiendo la verdad espiritual, podemos abstenernos de ser complacientes o aceptar las discordias como si fueran una realidad y, en cambio, sanarlas.
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