¿Quién quiere estar envuelto en lo que se llama personalizar? Suena negativo y como que está centrado en sí mismo. ¿Quién no querría “caminar a la luz de Dios”, con toda la elevación espiritual, curación y promesa de nuevas posibilidades que brinda, en lugar de estar atascado y pensar desde el punto de vista de una individualidad humana limitada? Contrario a la opinión de la voluntad y el ego humanos, la verdadera individualidad no se pierde, sino que se encuentra al acercarnos a Dios.
No es de sorprender que Mary Baker Eddy haya sido quien creó la palabra en inglés selfishizing (que podríamos traducir como personalizar). Ella estaba muy consciente de la necesidad de encontrar un lenguaje que ayudara a otras personas a captar el alcance y la profundidad de lo que ella había percibido en su experiencia espiritual. De vez en cuando, desarrollaba una frase, tal como mente mortal, o ampliaba en gran medida el significado de algunas palabras, como error.
Por ejemplo, un día, cuando llamó a algunos de los trabajadores de su casa para que se reunieran a fin de aumentar su comprensión de la Ciencia Cristiana, ella creó la palabra selfishize. Ella dijo lo siguiente: “No existen las personalidades, porque Dios es impersonal y personificarnos a nosotros mismos, decir yo, etc., es personalizarnos. Personificar a otros es personalizar a los demás. Esto no es Ciencia Cristiana” (We Knew Mary Baker Eddy, Vol. II, Expanded Edition, p. 139).
Ella se las ingenió para enseñar con una palabra, la crucial lección de que, no solo la forma habitual de mirar a los demás personalmente tiende a ser egoísta y carente de amor, es también caracterizar a alguien falsamente y sentirse satisfecho de actuar como si fuera algo perfectamente verdadero.
Con cuanta frecuencia incluso aquellos de nosotros que hemos tenido importantes experiencias de curación mediante la oración como se comprende en la Ciencia Cristiana, y estamos esforzándonos por vivir vidas cristianas, estamos dispuestos a considerar que otros son personalidades.
Quizás incluso estemos acarreando la impresión de que la espiritualidad que hemos estado adquiriendo nos habla de las fallas de otras personas y cuán inadecuadas son, ya sea en la iglesia o en los negocios, en la familia o en las relaciones sociales.
¿Qué hay de malo en eso? ¿Acaso no tenemos que discernir las cosas? Por supuesto. Pero quedarnos con la creencia errada del sentido personal no es Ciencia Cristiana. De acuerdo con la Descubridora de la Ciencia Cristiana eso es personalizar. Si pensamos que nosotros somos un yo, una personalidad en la materia separada de Dios, esto finalmente, disminuirá la individualidad real de otros e, inevitablemente, la nuestra.
Esta forma de pensar carece del revolucionario cristianismo y ejemplo de Cristo Jesús, quien ciertamente percibía las personalidades con las que se encontraba, pero sabía que la historia humana presentaba poco de la verdadera existencia de esas personas, ya fuera Lázaro o Simón Pedro, Marta o María. Su amor completamente desinteresado estaba revelando lo que él llamaba “el reino de Dios… dentro de vosotros” (Lucas 17:21, según versión King James). Como resultado hubo muchas curaciones por todas partes.
De igual manera, el amor sin reservas de la Sra. Eddy hizo que el Amor que todo lo incluye de Dios fuera tan tangible para ella, que describió el sentimiento como un niño que entra a un nuevo universo ocupado totalmente por el Amor divino. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, ella escribió: “El hombre es la idea del Espíritu; refleja la presencia beatífica, llenando de luz el universo” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 266).
El amor desinteresado continúa mostrándonos este universo hoy, y nosotros también podemos experimentar sus poderosos efectos sanadores. El progreso que hacemos sobre la personalidad y la personalización no acaba con la individualidad genuina, sino que encuentra más de ella. Por ejemplo, una madre, su hijo y su nueva nuera, aunque eran Científicos Cristianos muy trabajadores, parecían estar atrapados en un conflicto. El hijo y la nuera, que estaban viviendo en la casa de la madre y pagaban modestos cargos por el uso de la calefacción y la electricidad, de algún modo llegaron a creer que lo que les cobraba la madre era injusto, hasta deshonesto. Habían llegado a sentir tanto rencor y que era su derecho hacerlo, que parecía que nunca lograrían reconciliarse.
No obstante, la madre llamó a un practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda. La idea que vino a través de esta oración fue que no eran seres separados que tenían que lograr vivir juntos armoniosamente. Se necesitaba algo totalmente diferente, es decir, el hecho espiritual y divinamente científico que era el fundamento de los actos sanadores de Jesús: rechazar las impresiones humanas de personas o personalidades porque son un error total, y afirmar la verdad de que todos ellos eran expresiones de una sola Mente. Muy pronto los conflictos se disiparon, y luego desaparecieron, como las imponentes nubes de una tormenta pasajera.
La nuera alcanzó a tener una relación más estrecha con la madre, y tanto el hijo como su esposa han tenido muchas curaciones a través de la oración de la madre. La armonía se ha profundizado como una cuerda que resuena a través de los años.
La Sra. Eddy percibió que las variadas formas del sentido personal son el opuesto mismo de la Ciencia Cristiana, y podían detener el crecimiento y el progreso natural de la Iglesia que ella fundó. Ella sabía que esas obstinadas impresiones cederían al amor y a la natural unidad que se derraman a través de las iglesias y las familias, y llevan adelante a toda la Causa de la Ciencia Cristiana, como lo están haciendo hoy en día.
Una vez ella comentó: “Tener una sola Mente significa que todos trabajen de igual manera; no que tú trabajas en tu trabajo y yo en el mío, sino que trabajamos juntos. Es hora de que seamos hoy Científicos Cristianos, y tengamos presente estos puntos antes de hacer cualquier cosa” (We Knew Mary Baker Eddy, Vol. II, Expanded Edition, p. 141).
El Himno 592 del nuevo Himnario, Christian Science Hymnal: Hymns 430–603, con sus palabras tan simples y alegre estribillo, señala el camino: “Caminamos, oramos, oh oh / Cantamos a la luz de Dios”.
Allison W. Phinney
Miembro de la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana
