Mi hijo tiene un entendimiento y un conocimiento excepcionales de las aves. A menudo, cuando estamos afuera, él dice: “¿Escuchaste eso?”. Y cuando le respondo que escuché una cortadora de césped, niños jugar o a un perro ladrando, me responde algo como: “¡No, me refiero a la curruca verde de cuello negro!”.
Me he dado cuenta de que, si bien escucha también los sonidos que yo estoy escuchando, los mismos no lo distraen. Él está allí para escuchar a las aves, y su atención está tan afinada, que puede distinguir cada canción y llamado únicos, sin permitir que sus pensamientos sean atraídos por los otros ruidos.
Esto ha sido una lección para mí, demostrándome que el hecho de practicar para que nada distraiga mi atención a Dios en la iglesia, así como en mi práctica de la Ciencia Cristiana, puede traer un gran crecimiento espiritual y curaciones. Dicha atención centrada en el Espíritu divino durante un servicio religioso, llega a la esencia del mensaje espiritual que se halla en la Lección-Sermón de la Ciencia Cristiana, en los himnos y en la oración, y no distrae de ese mensaje.
Algunos pasajes de los Salmos me han resultado útiles para concentrarme al adorar a Dios: “Tributad al Señor la gloria debida a su nombre; adorad al Señor en la majestad de la santidad” (29:2, La Biblia de las Américas); y “Venid, adoremos y postrémonos; doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor” (95:6, LBLA). Dar toda la gloria a Dios naturalmente pone a Dios en el centro de los servicios religiosos, y nos da la humildad para escuchar el mensaje divino.
La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribe: “La parte vital, el corazón y alma de la Ciencia Cristiana, es el Amor” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 113). Esta declaración no deja duda alguna de la absoluta necesidad e importancia de la función que cumple el Amor divino en nuestro estudio y práctica de la Ciencia Cristiana. Esto también incluye el servicio religioso de la Ciencia Cristiana. De manera que podríamos decir que “la parte vital, el corazón y alma” de la iglesia es el Amor.
Entonces, las distracciones que tal vez necesitemos sanar, no son tan solo breves pensamientos que periódicamente apartan nuestra atención de un servicio de una hora de duración, sino todo aquello que aparta nuestro pensamiento del Amor. Por ejemplo, si criticamos (ya sea en silencio o audiblemente) a alguien en la iglesia, podemos perder la comprensión y la percepción del Amor, y el mensaje sanador del servicio religioso podría desaparecer en el clamor de las preocupaciones humanas que rondan nuestro pensamiento.
No obstante, si ponemos toda nuestra atención en Dios, el Amor divino, y Sus ideas, amaremos naturalmente a Su creación y reconoceremos la identidad espiritual real de todos los miembros de nuestra iglesia. Podemos unirnos en la iglesia porque tenemos algo muy básico en común: el amor a Dios. Como el amor nos une, el amor es la base a partir de la cual podemos trabajar juntos armoniosamente y apoyar nuestros servicios religiosos colectivamente. Pero esto no sucede cuando esperamos que otros sean más afectuosos primero. Comienza al sanar las distracciones en nuestro propio pensamiento.
Me ha resultado útil recurrir al Manual de La Iglesia Madre para agudizar mi entendimiento del propósito y la función de la iglesia. En una oportunidad, la siguiente declaración realmente captó mi atención: “No se deberán exhibir cuadros objetables en las salas en que se publique o esté en venta el libro de texto de la Ciencia Cristiana. No se permitirán habladurías frívolas, calumnias, maleficencias ni maledicencias” (Mary Baker Eddy, Manual, pág. 81).
Al considerar estas palabras, pensé en cómo podría aplicar más ampliamente el requisito del Manual respecto a “las salas en que se publique o esté en venta el libro de texto de la Ciencia Cristiana”, a cualquier lugar, por ejemplo, donde se lee y comparte con otros el libro de texto, Ciencia y Salud, tal como en la iglesia.
Podemos unirnos en la iglesia porque tenemos algo muy básico en común: el amor a Dios.
También pensé en la prohibición de “cuadros objetables”, más allá de las obras de arte colgadas en las paredes, mientras consideraba qué “cuadros” yo exhibiría en la iglesia a través de mis pensamientos y acciones. ¿Era siempre un cuadro hermoso, uno de bondad, humildad, honestidad y paciencia? ¿O a veces participaba de las habladurías frívolas, calumnias, maleficencias y maledicencias? Al examinar mi pensamiento, me di cuenta de que había veces que podría responder afirmativamente a esas dos preguntas, lo que quería decir que tenía que limpiar el cuadro en mi pensamiento.
Esto no fue fácil, porque a veces me sentía justificada de tener pensamientos de crítica, especialmente si sentía que podía hacer un mejor trabajo que otra persona, o si pensaba que alguien me estaba criticando. Sin embargo, a medida que fui avanzando en mi práctica de la Ciencia Cristiana, comprendí que estos pensamientos solo estaban impidiendo mi crecimiento espiritual y distrayéndome de la “parte vital” de la Ciencia Cristiana, el Amor.
Encontré un consejo útil en estas palabras de Ciencia y Salud: “En paciente obediencia a un Dios paciente, laboremos por disolver con el solvente universal del Amor el adamante del error —la voluntad propia, la justificación propia y el amor propio— que lucha contra la espiritualidad y es la ley del pecado y la muerte” (pág. 242).
Las Iglesias de Cristo, Científico, tienen el propósito de nutrir y promover la espiritualidad y una comprensión más profunda de Dios, de modo que ciertamente será necesario disolver cualquier cosa que esté en guerra contra la espiritualidad y reemplazarla con el amor. Oré para prestar toda mi atención al Amor divino como la fuente de toda función y propósito de la iglesia, y como mi único motivador y guía para asistir y trabajar en la iglesia, así como en mis relaciones en ella.
Al continuar recurriendo a este “solvente universal del Amor” en mi forma de pensar y en mi interacción con los demás, estoy viendo más crecimiento y curación espiritual en mi vida y en mi iglesia. Y sé que no estoy sola en estos esfuerzos. En los últimos meses, miembros de la iglesia han expresado gratitud porque sienten que hay más amor y unidad en nuestra iglesia como resultado de sus oraciones.
El Amor, la “parte vital” de la Ciencia Cristiana, no solo es lo que da vida a nuestras iglesias, sino también lo que asegura su continuidad. Cuanto más mantengamos nuestro pensamiento en el Amor divino como el único poder y fuerza vivificante en la iglesia, y no permitamos que las distracciones usurpen ese entendimiento espiritual del Amor, tanto más nuestras iglesias continuarán bendiciendo y sanando a la humanidad.
Y como la canción del ave que puede escucharse por encima de los otros ruidos cuando estamos tratando de escucharla, la dulce “voz callada y suave” del Amor sonará por encima del ruido ensordecedor de las preocupaciones humanas con claridad, poder y vitalidad.
