Una mañana de Navidad, cuando tenía nueve años, pensé que había recibido el mejor regalo del mundo. Vino en una caja muy grande y no podía imaginarme qué era.
Cuando la abrí, encontré una cortadora de césped. ¡Me encantó! Era una máquina para adultos realmente genial. ¡No veía el momento de probarla!
Pero unos años más tarde, ya no me gustaba la cortadora y sentí que mi regalo había sido un engaño. Cortar el césped no era divertido; era una tarea. Además, la cortadora hacía mucho ruido y usarla me daba mucho calor.
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