Resulta que tengo casi exactamente el mismo nombre que una política muy conocida. Por esta razón, he tenido algunas experiencias muy inusuales. Por ejemplo, me han dado recuerdos políticos con el nombre de esta persona y he recibido correos electrónicos dirigidos a ella. Incluso recibí una llamada telefónica de alguien que trataba de cambiar mi opinión sobre un proyecto de ley. ¡Todo porque mi nombre es igual al de alguien famoso!
Esto me ha llevado a considerar una forma más sustancial en la que también podemos ser identificados erróneamente. Estamos tan acostumbrados a vernos a nosotros mismos puramente en términos de las características personales, nuestros altibajos, incluso nuestros rasgos visibles, que tal vez no nos demos cuenta de que hay otra forma de identificarnos a nosotros mismos; una forma espiritual, la cual realmente nos brinda un sentido más claro de nuestra identidad.
La Biblia revela de muchas formas esta identidad espiritual más profunda, pero me he sentido particularmente inspirada por un pasaje en las Escrituras que cuenta que, cuando Jesús fue bautizado, hubo “una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Dios sabía precisamente quien era Jesús verdaderamente. Jesús Lo complacía.
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