Estás despierta tarde por la noche, trabajando en la cocina. De pronto, se corta la luz y tu casa queda totalmente a oscuras. ¿Conoces el camino para ir a buscar la linterna que tienes guardada para una emergencia como esta? Probablemente sí, porque conoces los contornos de las mesadas y armarios cuando te abres camino para llegar al cajón donde se encuentran las cosas necesarias.
¿No es esta realmente una de las funciones de la gratitud, esa gratitud que enseñó Cristo Jesús? Cuando una enfermedad física o incluso la muerte hundían a una persona en la oscuridad, Jesús reconocía el poder sanador de Dios antes de que todos vieran la bendición (véase Juan 11:41–44, por ejemplo). Él conocía los contornos de la realidad espiritual allí mismo donde la oscuridad parecía estar. De manera que le era natural agradecer por aquello que estaba bien, gracias a la omnipresencia de Dios; y esta comprensión espiritual traía curación.
Hace algunos años, yo parecía estar atrapada en la oscuridad. Me dolía la espalda todo el tiempo; no importaba la posición, ya fuera sentada, parada o acostada. Una mañana, mientras yacía en el suelo tratando de sentirme cómoda, subí mi mano hasta la mitad de la espalda y sentí como si algo faltara o estuviera desalineado. Ahora, no solo estaba en la oscuridad del dolor, sino que también el temor se había apoderado de mí.
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