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Original Web

La gratitud sana

Del número de noviembre de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 26 de agosto de 2019 como original para la Web.


Al acomodarme en mi asiento del avión en el siguiente tramo de un largo viaje de negocios, escuché a un hombre decir a su compañero de asiento detrás de mí: “Estoy tan contento de vivir aquí. Me encanta nuestra casa. Me encantan nuestros vecinos”. Yo realmente no quería escuchar una conversación ajena, pero la sinceridad de su voz me atrajo. Luego lo escuché decir: “Estoy agradecido por nuestros amigos y por el trabajo que hago aquí. ¡Estoy agradecido por ti!”.

Este vuelo ocurrió hace un año, no obstante, aún recuerdo sus palabras claramente. ¿Por qué? Porque su lista de sincera gratitud me hizo sentir agradecida a mí también. Pensé en el bien que tengo en mi vida y a mi alrededor, y la fatiga que me había estado acompañando en el vuelo desapareció por completo, y me permitió llegar a mi siguiente destino llena de alegría y energía.

Más que un pensamiento positivo, la gratitud puede ser una fuerza espiritual y poderosa para el bien, haciéndonos ser receptivos a la curación.

En una ocasión tuve serias dificultades, y la gratitud fue clave para que cambiaran las cosas. Me había sentido enferma por un tiempo y estaba muy desalentada. La lista de lo que estaba mal parecía ir en aumento a cada hora, y estaba muy cansada de todo eso.

Abrí la Biblia en busca de inspiración en Habacuc, un libro que era bastante desconocido para mí. Cuando comencé a leer, noté muchos “ay del que hace esto” y “ay del que hace aquello”, y no lograba relacionarme con eso. Pero al continuar leyendo, me impactó la repentina corrección del flujo negativo: “Pero el Señor está en su santo templo: calle delante de Él toda la tierra” (2:20, LBLA).

Para mí, esto fue como un gran “¡Cállate!” a la lista de problemas que conmovían mis propios pensamientos. En el Himnario de la Ciencia Cristiana hay una estrofa que me encanta:

Un corazón de gratitud
   santuario puro es,
en que los ángeles de Dios
   vigilan sin cesar.
(Ethel Wasgatt Dennis, N° 3, trad. © CSBD)

Consideré que el antídoto para cualquier aflicción podía encontrarse en el santo “templo” de la gratitud, de reconocer que Dios es el bien divino y abundante. El bien que viene de Dios, quien solo conoce la paz y la armonía, es más poderoso que cualquier mal, porque es ilimitado.

 Estas ideas produjeron un cambio en mí. Comencé a morar más conscientemente en ese templo de la gratitud, al considerar la evidencia del bien que proviene de Dios en mi vida.

Al hacerlo, aprendí que es imposible estar desalentado y verdaderamente agradecido al mismo tiempo. La gratitud genuina es una manifestación de la bondad de Dios reflejada en nosotros. Esa gratitud no es de origen humano. Es un atributo divino, que se refleja en cada uno de nosotros porque somos la creación de Dios. Esto quiere decir que nadie puede ser excluido del templo de la gratitud; todos somos capaces de sentirnos agradecidos, cualquiera sea la circunstancia humana.

Esto no significa simplemente olvidar o ignorar las cosas malas. Por el contrario, reconocer la supremacía de Dios, el bien, nos equipa para superar los desafíos. Magnifica la bondad de Dios de formas tangibles. A medida que reconocemos la presencia del bien espiritual para todos, la gratitud se expande en nuestra consciencia y desplaza la oscuridad mental, la duda y el desaliento.

En mi caso, la gratitud dejó a un lado el desaliento de “pobre de mí” que distraía mi atención de conocer, escuchar y sentir la presencia de Dios, el Cristo sanador —el mensaje de amor de Dios por cada uno y todos nosotros— que Jesús expresaba tan plenamente. Y comencé a recuperarme rápidamente de la enfermedad. De hecho, en muy poco tiempo, estuve completamente bien.

El espíritu de gratitud es un estado mental saludable todos los días del año. He aquí el resto del himno que mencioné antes, el cual nos recuerda qué es y qué hace por todos nosotros un corazón agradecido:

Un corazón de gratitud
   jardín hermoso es,
do toda gracia divinal
   perfecta brotará.

Un corazón de gratitud
   bastión seguro es,
do la divina potestad
   nos ciñe de poder.

.  .  .  .  .  .  .

Oh amante Padre-Madre Dios,
   concédenos el don
de un corazón de gratitud,
   que a todos amará.

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