Al acomodarme en mi asiento del avión en el siguiente tramo de un largo viaje de negocios, escuché a un hombre decir a su compañero de asiento detrás de mí: “Estoy tan contento de vivir aquí. Me encanta nuestra casa. Me encantan nuestros vecinos”. Yo realmente no quería escuchar una conversación ajena, pero la sinceridad de su voz me atrajo. Luego lo escuché decir: “Estoy agradecido por nuestros amigos y por el trabajo que hago aquí. ¡Estoy agradecido por ti!”.
Este vuelo ocurrió hace un año, no obstante, aún recuerdo sus palabras claramente. ¿Por qué? Porque su lista de sincera gratitud me hizo sentir agradecida a mí también. Pensé en el bien que tengo en mi vida y a mi alrededor, y la fatiga que me había estado acompañando en el vuelo desapareció por completo, y me permitió llegar a mi siguiente destino llena de alegría y energía.
Más que un pensamiento positivo, la gratitud puede ser una fuerza espiritual y poderosa para el bien, haciéndonos ser receptivos a la curación.
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