Después de conocer a mi esposo, cuyos padres eran estudiantes de la Ciencia Cristiana, gradualmente empecé a aprender acerca de esta Ciencia, incluso a leer testimonios de curación. No obstante, aún sentía que estaba lejos de poder lidiar con el eczema que había sufrido desde mi infancia y había sido tratado médicamente.
Cuando mis tres niños eran pequeños, la condición de la piel alcanzó un punto crítico. Una doctora me explicó que otros órganos del cuerpo también se irritarían y me hizo internar en el hospital para tratar de controlar el problema. Nunca hubo la expectativa de que la medicina lo curaría. Me dijeron que solo traería cierto alivio. Al darme el alta, me dieron más cremas y un medicamento fuerte para que lo tomara a diario. Me sentía incómoda la mayor parte del tiempo, y estaba exhausta y desesperada.
Entonces un día, unos diez años después de haber encontrado la Ciencia Cristiana, regresé a casa después de haber llevado a los chicos a la escuela y a una guardería. Tenía dos horas antes de ir a recoger a mi hijo a la guardería, y fui a mi dormitorio y me puse de rodillas a orar. Me embargaba una profunda humildad. Me volví a Dios y le pedí que me mostrara qué necesitaba hacer. Me sentí guiada a abrir Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, y comencé a leerlo desde el principio, algo que nunca antes había hecho.
Tengo que decir que no llegué muy lejos porque me sentí sumamente conmocionada por el poder de la promesa de la primera línea del Prefacio: “Para aquellos que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones” (pág. vii). No pude avanzar más allá de esta declaración. Sentí que esas palabras me daban permiso para apoyarme totalmente y con todas mis fuerzas en el Divino; para que dejara el falso sentido de responsabilidad que me había estado abrumando y confiara en que el infinito sostenedor, Dios, podía fácilmente llevar la carga. Lo que para mí parecía ser algo enorme y arduo, para Él no era absolutamente nada. De hecho, no podía tener ninguna realidad porque Dios no crea, ni puede crear, la enfermedad.
Mientras oraba, sentí que una corriente cálida atravesaba mi cuerpo y supe que estaba sana, así de fácil. Me deshice de todos los medicamentos y me fui a recoger a mi hijo. Durante unos días estuve atenta para mantener el pensamiento firmemente en la verdad y permanencia de esta curación, pero casi de inmediato la experiencia del eczema de toda la vida pareció ser como un sueño del cual había despertado.
Unos seis meses después, estando embarazada, el problema volvió a manifestarse, pero yo estaba lista para lidiar con él inmediatamente, y en unas horas había desaparecido. En los 21 años que han transcurrido desde entonces, no he tenido ni una sola picazón por eczema. Mi piel no tiene manchas ni sequedad; es simplemente perfecta.
Esta curación constituyó un momento decisivo muy claro en mi comprensión del poder sanador y práctico de la Ciencia Cristiana. Estoy maravillada y me siento humildemente agradecida por esta curación y las numerosas curaciones que he tenido después por medio de esta Ciencia. No hay palabras para describir mi gratitud a Mary Baker Eddy, quien, a través de sus escritos, me ha capacitado para alcanzar una comprensión más clara de mi relación con mi Progenitor divino, Dios. Esta comprensión llevó a una curación permanente.
Carolyn Gentle
Yelverton, Devon, Inglaterra
