Esta pregunta me vino con frecuencia al pensamiento durante varios meses después que falleció mi marido. En medio de los apuros de lidiar con los bienes raíces y el anhelo de sentir paz, la pregunta era tentadora e inquietante al mismo tiempo. Me reconfortaban mucho las Lecciones Bíblicas semanales que se encuentran en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana; me alimentaban constantemente con ideas espirituales y puras; ideas que me alentaban a sentir el cuidado siempre presente y la tierna atención de Dios. Mi convicción de que la vida es eterna, y nunca es afectada por la enfermedad o la muerte, ciertamente iba en aumento, pero también lo era la curiosidad no tan sutil que a veces tenía de si mi camino y el de mi esposo se cruzarían nuevamente después de que yo muriera.
Si bien Mary Baker Eddy usa la expresión en el más allá varias veces en sus escritos publicados para referirse al tiempo después de la transición llamada muerte, las enseñanzas de la Ciencia Cristiana son claras en que la muerte es, de hecho, una irrealidad, como probó Cristo Jesús. Él resucitó a otros de la muerte antes de su propia resurrección, sacando a luz su mensaje de la vida eterna, y sus seguidores continuaron compartiendo ese mensaje después de la ascensión de Jesús. El apóstol Pablo declaró: “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
Una pregunta y respuesta conocida de la Sra. Eddy en Escritos Misceláneos 1883-1896 fue lo que me impulsó a considerar lo que podría esperar más adelante. El pasaje comienza diciendo: “Después que ocurre el cambio llamado muerte ¿nos encontramos con aquellos que se han ido antes al más allá? —o ¿continúa la vida solamente en el pensamiento como en un sueño?”. La respuesta dice, en parte, “Cuando hayamos pasado por la rigurosa prueba llamada muerte, o destruido este último enemigo, y llegado al mismo plano de existencia consciente de aquellos que se han ido antes, entonces podremos comunicarnos con ellos y reconocerlos” (pág. 42).
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