Siento que es muy útil afirmar a diario, o más frecuentemente, estas ideas mencionadas en el primer capítulo del Génesis: “Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. …Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (versículos 27, 31). Dios jamás hizo al hombre, Su linaje espiritual, sujeto a otra cosa que no sea el bien.
Estas verdades, junto con tantas otras que se encuentran en la Biblia y en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, me han ayudado a sanar muchos problemas de todo tipo a lo largo de los años.
Por ejemplo, hace cuarenta años, poco después de conocer la Ciencia Cristiana, sané de unas alergias de las que había sufrido desde que era muy pequeña. La curación se produjo cuando comprendí más plenamente este pasaje de Ciencia y Salud: “¡Qué ultraje a la hermosura de la naturaleza decir que una rosa, la sonrisa de Dios, puede producir sufrimiento!... Es profano imaginar que el perfume del trébol y el hálito del heno recién cortado puedan causar inflamación glandular, estornudos y punzadas nasales” (pág. 175). Dios, el bien, nunca permitiría que Su creación espiritual causara o sufriera daño.
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