Siento que es muy útil afirmar a diario, o más frecuentemente, estas ideas mencionadas en el primer capítulo del Génesis: “Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. …Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (versículos 27, 31). Dios jamás hizo al hombre, Su linaje espiritual, sujeto a otra cosa que no sea el bien.
Estas verdades, junto con tantas otras que se encuentran en la Biblia y en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, me han ayudado a sanar muchos problemas de todo tipo a lo largo de los años.
Por ejemplo, hace cuarenta años, poco después de conocer la Ciencia Cristiana, sané de unas alergias de las que había sufrido desde que era muy pequeña. La curación se produjo cuando comprendí más plenamente este pasaje de Ciencia y Salud: “¡Qué ultraje a la hermosura de la naturaleza decir que una rosa, la sonrisa de Dios, puede producir sufrimiento!... Es profano imaginar que el perfume del trébol y el hálito del heno recién cortado puedan causar inflamación glandular, estornudos y punzadas nasales” (pág. 175). Dios, el bien, nunca permitiría que Su creación espiritual causara o sufriera daño.
Yo había sido topógrafa y había pasado muchos días explorando los bosques. Antes de esa curación, también había pasado cientos de noches sin dormir andando de un lado a otro para aclarar mis ideas después de esas actividades, y cuando manejaba, a menudo tenía que detener el auto y caminar alrededor para poder respirar más fácilmente.
Ahora camino por los bosques con total libertad, recojo bayas y ayudo a derribar árboles (cubiertos con hiedra venenosa), los cuales mi esposo y yo usamos para realizar obras de arte de madera torneada. No he sufrido de dolores de cabeza de ningún tipo desde aquella época, y puedo estar cerca de todas esas cosas totalmente libre de aquellos malestares de los que sufría hace tantos años.
En otra ocasión, cuando estaba trabajando, di un paso en falso en el último escalón y me caí, torciéndome el tobillo que empezó a dolerme mucho. Me esforcé por apartar la caída por completo de mi mente, y en cambio encontré consuelo en la Mente divina, Dios. Me resultó útil esta cita que encontré en Ciencia y Salud: “El estándar de la perfección fue originalmente Dios y el hombre. ¿Ha rebajado Dios Su propio estándar, y ha caído el hombre?” (pág. 470). El hombre espiritual jamás se cae. Con esta verdad permeando mi consciencia, declaré en voz alta: “Estoy bien”; apoyé el pie y caminé normalmente sin dolor hacia donde iba.
Otra curación memorable tuvo lugar varios años más tarde. La noche antes de un vuelo que salía muy temprano, estaba en el descanso de la escalera, y al girar y dar un paso hacia abajo salí despedida hacia adelante, cayendo de cara contra el suelo de cerámica. Escuché un ruido y tuve el pensamiento pasajero de haberme roto la nariz, pero creo que, en ese momento, años de estudio de la Ciencia Cristiana controlaron la situación; recuerdo que declaré en voz alta con mucha convicción que lo que sentía era verdad: “Estoy bien”.
A continuación, me puse de pie, fui a la cocina y cuidadosamente me limpié la pierna, que estaba sangrando, y vendé las heridas. Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana, y aunque no recuerdo lo que se dijo, sí me acuerdo que me sentí sumamente reconfortada, y me fui a la cama. El dolor disminuyó y dormí bien, y a las 2:30 de la madrugada me levanté para tomar el vuelo.
Durante el viaje, estuvimos constantemente de pie y caminando largas distancias, pero no tuve dolor ni ningún impedimento. Los hematomas de la nariz fueron mínimos y desaparecieron en un par de días; poco después sanó la pierna y me quité los vendajes.
Estas curaciones y otras, junto con la Biblia y Ciencia y Salud, han sido manantiales de inspiración durante muchos años. Es fácil comprender por qué la Sra. Eddy incluyó la Verdad como un sinónimo de Dios. Me encanta compartir estas experiencias que han aumentado mi confianza en que recurrir a la Verdad divina en tiempos de necesidad sana cualquier problema.
Harriet C. Maloney
Bluemont, Virginia, EE.UU.
    