La comunicación es un aspecto de la vida en toda etapa de la experiencia. Para el sentido humano, que tiene, como mucho, una perspectiva incompleta de la realidad, la comunicación va en dos sentidos, con seres humanos que envían y reciben mensajes tanto consciente como inconscientemente. Estos mensajes se efectúan por medios tales como la palabra hablada o escrita, la expresión artística y el lenguaje corporal.
No obstante, el modelo original de comunicación es totalmente espiritual. Como Mary Baker Eddy descubrió por medio de la Ciencia Cristiana, “La intercomunicación es siempre de Dios hacia Su idea, el hombre” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 284).
La forma más elevada y poderosa de comunicación, entonces, no es producto de nuestra propia capacidad. No se origina en el intelecto humano, y no se transmite realmente por medio de palabras, sonidos, imágenes físicas o ningún otro modo de expresión humana. Estos modos son útiles en la medida en que expresen cualidades espirituales y morales, tales como justicia, honestidad, paciencia y compasión. Pero toda comunicación que se apoye únicamente en la capacidad humana es inherentemente defectuosa. La comunicación humana es más eficaz cuando expresa las cualidades e ideas de Dios, la Mente divina única.
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