Tenía siempre miedo a muchas cosas. Me daba miedo subir las escaleras de mi escuela si no había nadie conmigo, o ir sola al baño de las niñas. También tenía miedo de subir las escaleras a mi habitación si no me acompañaba nadie, y de quedarme dormida de noche sola en mi habitación oscura después de que mamá y papá me acostaran. Mi casa y la escuela parecían muy grandes y aterradoras, y me parecía como si había un monstruo siguiéndome a todos lados.
Pero un día, de repente, tuve la idea de decir una oración muy simple. Había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana que Dios es Amor y que llena todo el espacio. Así que mi oración fue: “Dios está conmigo. Dios está conmigo”.
De noche, cuando mi mamá me acostaba, orábamos con el Padre Nuestro y decíamos una pequeña frase que también aprendí en la Escuela Dominical: “No hay un lugar donde Dios no esté”.
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