Siempre había amado la iglesia. Me encantaba el compañerismo. Me encantaba apoyar a mi comunidad por medio de nuestros servicios religiosos y otras actividades. Y disfrutaba al sentir que podía servir a la congregación cuando oraba.
Pero entonces un sentimiento diferente me impactó. La inconveniencia. Tenía un nuevo bebé en casa y de repente me sentí bastante agobiado por la idea de ir a la iglesia.
La pregunta más profunda con la que estaba lidiando regresó en forma de qué es la Iglesia realmente. Como Científico Cristiano, estaba familiarizado con la definición espiritual de Iglesia en el Glosario de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, que comienza, “La estructura de la Verdad y el Amor;…” (pág. 583). Me sentía muy seguro de que la palabra estructura no hacía referencia a las vigas, paredes y piso de una iglesia. La Verdad y el Amor se refieren al Espíritu, Dios, así que podía ver que esta estructura divina debe ser espiritual, y debe encontrarse en todas partes, puesto que Dios está en todas partes. Y esto significaba que podía vivir la Iglesia en un sentido espiritual, dondequiera que estuviese, ¿verdad? Sí, podía encontrar la Iglesia en un edificio el domingo por la mañana, pero también vislumbrar la presencia de la Iglesia en las montañas durante una caminata, en la paz de mis familiares al expresarle afecto a nuestro nuevo bebé, e incluso en una fila para pagar en el supermercado. ¿Por qué debía sentirme atado a lo que, francamente, sentía como un ritual inconveniente?
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