Después de jubilarme, empecé a viajar bastante y también a vivir en dos lugares. En esa época, sentía que era más fácil asistir a los servicios en línea de la iglesia de la Ciencia Cristiana. Estaba extremadamente agradecida por ellos, aunque extrañaba asistir a mi propia iglesia filial. Comencé a sentirme segura de que los Científicos Cristianos ya no necesitaban realmente un edificio de iglesia cuando tienen tantos otros recursos disponibles para transmitir el mensaje de la Ciencia Cristiana.
Sin embargo, la siguiente curación cambió profundamente mi forma de pensar acerca de esto.
Aunque soy residente de Massachusetts, vivo a tiempo parcial en el área de Chicago para ayudar a cuidar a mis nietos. En el verano de 2017, estaba feliz planificando mi viaje anual de regreso a Massachusetts, cuando de pronto me enfermé gravemente.
En ese momento, había varias cosas que me pesaban mucho y me hacían sentir perdida y sola. La semana anterior, mi hijo se había mudado muy lejos y, debido a diversas circunstancias, tenía una abrumadora sensación de pérdida y tristeza. Mi única familia en el área estaba fuera del país. Aunque había asistido a un par de filiales de la Iglesia de Cristo, Científico, aún tenía que hacer amigos que fueran cercanos y empecé a preocuparme mucho por mis opciones para recibir el cuidado que necesitaba.
Estaba orando para saber que el amor de Dios llena todo el espacio. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy dice: “La profundidad, la anchura, la altura, el poder, la majestad y la gloria del Amor infinito llenan todo el espacio” (pág. 520). Y también oraba para aceptar realmente que nunca podía estar separada de mi Padre-Madre, el Amor divino.
Aunque a veces me resulta tentador buscar una causa física para un problema físico, sé que esto es inútil, puesto que en realidad no hay vida ni inteligencia en la materia. En verdad, Dios es la única causa, el único poder. Según Ciencia y Salud: “Sólo hay una única causa primaria. Por lo tanto, no puede haber efecto de ninguna otra causa, y no puede haber realidad en nada que no proceda de esta causa grande y única. El pecado, la enfermedad, la dolencia y la muerte no pertenecen a la Ciencia del ser. Ellos son errores que presuponen la ausencia de la Verdad, la Vida o el Amor” (pág. 207).
Sin embargo, varias veces me sentí abrumada por pensamientos agresivos de que quizás era hora de rendirme y morir. Pero debido a las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, sabía que uno nunca debía aceptar la muerte como una respuesta.
Lo que Pablo dice en Romanos me recordó que en realidad no podía estar separada de Dios: “…ni la muerte, ni la vida,… ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios…” (8: 38, 39). Pero los síntomas persistían y no podía orar con firmeza y constancia por mí misma. Realmente hacía un esfuerzo por mantener en el pensamiento “la declaración científica del ser” (Ciencia y Salud, pág. 468) y el Padre Nuestro.
Finalmente, me comuniqué con una practicista de la Ciencia Cristiana para recibir un tratamiento en esta Ciencia y ella estuvo de acuerdo en orar por mí. Saber que lo haría fue un gran consuelo. La practicista se sintió guiada a sugerirme que también procurara los cuidados de una enfermera de la Ciencia Cristiana. Al principio rechacé esa idea; sin embargo, a la mañana siguiente, al no tener una mejoría notable y no poder realizar las cosas más básicas, cambié de opinión. Me las arreglé para llamar a una enfermera local de la Ciencia Cristiana, quien procedió amorosamente a hacer los arreglos necesarios para cuidar de mí. Más tarde esa mañana, ella vino a mi casa. Me leyó de los escritos de Mary Baker Eddy, me ayudó a ducharme y me preparó la comida, pues hacía varios días que yo no comía porque no había podido levantarme de la cama. Además, después de enterarse de la situación, el comité de cuidados de la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, comenzó a reunir voluntarios para ayudar. Y una de mis amigas de la Ciencia Cristiana, a quien conozco desde hace años, incluso se ofreció a tomar un avión y volar tres horas para estar conmigo. (Esto no fue necesario.) ¡Todo ese amor desbordándose!
Me sentí completamente abrazada por un amor tierno y solícito. A media tarde, supe que estaba sana. Me libré de esa falsa sensación de estar separada del Padre-Madre Amor, de la integridad y la salud. ¡Sabía que el Amor divino la había desplazado! Podía sentir tangiblemente la presencia del Amor divino que siempre había estado allí. La enfermera de la Ciencia Cristiana se marchó. Aunque me tomó unos días más recuperar totalmente la fuerza, experimenté la curación completa de la condición física y los sentimientos opresivos.
Estoy muy agradecida a la practicista de la Ciencia Cristiana por su devoto tratamiento y a la enfermera de la Ciencia Cristiana por la atención compasiva y práctica que me brindó. Me emocionó la efusión de amor que mostraron los miembros de la iglesia filial local que estuvieron dispuestos a tomarse un tiempo de su vida tan ocupada para ayudarme. Al final resultó que la mayor parte de la ayuda ofrecida no fue necesaria. ¡Fue maravilloso cuando pude hacerles saber a todos que había sanado! Y la bendición no terminó allí. No había podido planificar mi viaje. Sin embargo, una vez que ocurrió la curación, todo el viaje se aclaró de maneras que yo nunca podría haber pensado humanamente, incluso la visita a un familiar que no había visto en años. Como se había planeado durante mucho tiempo, una amiga vino a visitarme y manejamos los 1440 kilómetros juntas. Todo el viaje resultó muy armonioso.
Siento que fue el Amor divino, incluido el amor expresado por mis compañeros Científicos Cristianos, lo que hizo posible la curación. Una vez que la practicista y los miembros de las iglesias filiales y otras personas se dieron cuenta de la necesidad, la curación comenzó a realizarse muy rápidamente. ¡Ese es el poder de la iglesia!
Ahora sé que no hay sustituto para la iglesia, la afiliación a la iglesia y el trabajo de la iglesia. No hay nada como la alegría de reunirse en la iglesia para presenciar el amor y la dedicación de los miembros que continúan apoyando la curación y el progreso que está bendiciendo a la comunidad y al mundo. Como estudiante de la Ciencia Cristiana, me doy cuenta de la importancia de pertenecer a una familia de iglesia que puede dar testimonio de la curación.
Estoy muy agradecida por la Ciencia Cristiana y por los dedicados practicistas, maestros y enfermeros de la Ciencia Cristiana, cuya convicción de la verdad y la comprensión espiritual de Dios ayudan a traer curación. Y estoy profundamente agradecida por La Iglesia Madre y sus iglesias filiales.
Ellen Richardson
Oswego, Illinois, EE.UU.