Recientemente, me pasaron una conmovedora nota que decía: “¿Qué pasaría si alguien que viniera a tu iglesia fuera sanado, transformado, se sintiera contento? Esto es lo que está haciendo que las iglesias más pequeñas de la Ciencia Cristiana permanezcan abiertas y tengan esperanzas. Ansiamos seguir adelante”.
Hoy en día, los miembros de religiones organizadas están orando con devoción para que asistan más personas y tener más apoyo para hacer su trabajo. Y aunque parezca ser un sentido abrumador de desesperación, esto representa una carga para muchos grupos religiosos, y también es frecuente en organizaciones cívicas.
¿Por qué están luchando las organizaciones? Una organización en su mejor sentido representa orden, unidad y propósito; cualidades arraigadas en la bondad del Principio divino, o Dios. Cuando las organizaciones humanas se dedican a la curación y al progreso humanos son socavadas o marginadas; algo opuesto a Dios parece existir y tener influencia. La oposición al bien —lo que se denomina mal— siembra una desconfianza masiva de estas organizaciones y una renuencia a participar activamente en ellas.
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