Era Nochebuena. Mi padre se iba a encontrar con mis hermanas y conmigo en el aeropuerto. Nos había regalado los boletos de avión para que pudiéramos volar a casa desde tres lugares diferentes de los Estados Unidos. Papá me saludó diciendo que después de que llegaran mis hermanas, iríamos al hospital a ver a la abuela, quien de repente había quedado totalmente paralizada y sin poder hablar.
Mientras papá se iba a esperar los vuelos de mis hermanas, busqué un teléfono público. Un amigo que me había dado ejemplares de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, también me dio el número de teléfono de un practicista de la Ciencia Cristiana a quien podía llamar para pedirle una oración sanadora. Me impresionó mucho la noticia acerca de mi abuela y, como estudiante nueva de la Ciencia Cristiana, quería comunicarme con el practicista para pedirle esa ayuda espiritual. Le pedí que orara por mí para que no llorara al ver a mi abuela y la preocupara aún más. Sabía que su tratamiento mediante la oración me ayudaría a liberarme del temor y la tristeza, y al mismo tiempo, me ayudaría a sentirme abrazada por el amor de Dios.
Al llegar al hospital, nos recibió una enfermera, que nos dirigió a la sala de espera. Dijo que la abuela estaba acostada boca abajo y que iban a tratar de moverla y darle un trago de agua.
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