Deseo agregar mi propia manifestación de gratitud a las numerosas que ya han sido publicadas por La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana.
Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribió que la intemperancia “se esconde bajo el falso pretexto de una necesidad humana, de un placer inocente y de una prescripción médica” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 210). Así es precisamente como yo racionalizaba mi consumo de alcohol.
Aunque nunca abandoné por completo el estudio de la Ciencia Cristiana, en la escuela de postgrado perdí el rumbo con respecto al alcohol y comencé a beber socialmente, por placer. Posteriormente, el alcohol se convirtió en una “prescripción médica” para todo tipo de problemas. Un vaso, o dos, o más, era el remedio para el estrés al final de un día ajetreado, para un dolor de cabeza, para un estómago revuelto. Con el tiempo, me volví dependiente de “dosis” cada vez más grandes y no pude apartarme. Todo intento de dejar de consumir alcohol solo aumentaba el deseo intenso que, según yo sentía, no podía resistir.
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