Cuando uno de mis hijos era pequeño, una enfermedad contagiosa de gran preocupación en ese momento era la varicela. Había visto a otros niños que habían luchado contra ella, así que conocía los síntomas cuando noté que mi hijo mostraba señales de la misma. Para obedecer las reglas locales y por amor a los demás, sabía que tendría que poner en cuarentena a mi hijo hasta que todas las señales de la enfermedad hubieran pasado, lo que a menudo era un par de semanas. Al mirar a mi hijo, supe que podía recurrir a Dios para obtener curación y declaré con firmeza en el pensamiento: “No, esto no es parte del hijo perfecto de Dios”. Como él no estaba al tanto de los síntomas, lo dejé que continuara jugando por su cuenta, y llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por nosotros.
Mi declaración se basó en una afirmación en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Las tres grandes verdades del Espíritu: la omnipotencia, la omnipresencia y la omnisciencia —el Espíritu que posee todo el poder, llena todo el espacio, constituye toda la Ciencia— contradicen para siempre la creencia de que la materia pueda ser real” (págs. 109-110). Entonces, si el Espíritu, no la materia, es la verdadera sustancia de todo, la enfermedad no tiene nada a lo que adherirse y ninguna sustancia real. Y si la materia y la enfermedad no tienen sustancia real, entonces el pensamiento es el aspecto importante que debe abordarse.
Era consciente de que este niño y todos los niños son, en realidad, expresiones del Amor y la Vida. En el Glosario de Ciencia y Salud, el cual proporciona interpretaciones metafísicas de los términos bíblicos, nuestra Guía define a los niños en parte como “los pensamientos y representantes espirituales de la Vida, la Verdad y el Amor” (pág. 582). Mi hermoso hijo, así como todos los hijos de Dios, reflejaba sólo el bien puro por ser la creación de Dios, que es la fuente de todo el bien y sólo del bien. Puesto que Dios es el bien todopoderoso y el creador de todo lo que es real, este niño no podía ser nada más que bueno en todos los sentidos.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!