¿Cómo sabes realmente cuándo se ha producido la curación espiritualmente científica? No mires tu cuerpo; mira tu pensamiento. Cuando tu pensamiento ha cambiado y se ha vuelto más espiritual, la evidencia humana no puede menos que responder con un mayor sentido de armonía.
Un practicista de la Ciencia Cristiana compartió conmigo este consejo hace años, y sigue siendo una guía siempre que busco curación. Poner estas palabras en práctica puede ser todo un desafío, especialmente cuando solo quiero que una situación se resuelva rápido o cuando los síntomas físicos parecen abrumadores. Sin embargo, he aprendido que la verdadera cuestión es si mi pensamiento ha cambiado o no respecto a la situación.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, ilumina esta relación entre el pensamiento y el cuerpo en su libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Los elementos y las funciones del cuerpo físico y del mundo físico cambiarán a medida que la mente mortal cambie sus creencias” (págs. 124-125).
He descubierto que cuando mi pensamiento se eleva a una comprensión más elevada de la perfección innata del hombre como imagen y semejanza del Dios perfecto, el Espíritu del todo armonioso, ya no me impresiona lo que los sentidos físicos informan como verdad. Esto no significa ignorar los síntomas o añorar que desaparezcan. Implica reemplazar los informes falsos basados en la materia con las verdades reales que Cristo Jesús demostró acerca de la perfección omnipresente del hombre. Como nos enseñó en el Sermón del Monte: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).
A veces, la inspiración sanadora llega rápidamente. En otras ocasiones, es posible que necesitemos mantener firme y constantemente el pensamiento alineado con la verdad basada en la Biblia de Dios perfecto y hombre perfecto. En estos momentos, he descubierto que es bueno aferrarse al ejemplo de persistencia de Jacob.
La noche antes de que Jacob se encontrara con Esaú, su hermano distanciado, por primera vez en veinte años, luchó con un ángel, una inspiración divina que le dijo al amanecer: “Déjame, porque raya el alba”. Sabiendo que necesitaba espiritualizar totalmente su consciencia, Jacob respondió: “No te dejaré, si no me bendices” (Génesis 32:26). Se negó a dejar pasar la oportunidad de progresar espiritualmente hasta haber recibido la bendición completa. En reconocimiento de este crecimiento espiritual, el ángel cambió el nombre de Jacob a Israel. La posterior reconciliación de Jacob con su hermano resultó ser completamente armoniosa.
Del mismo modo, podemos negarnos a dejar pasar la oportunidad de sanar sin obtener de ella la comprensión exaltada y demostrable de nuestra libertad como la personificación, la manifestación, de la Vida totalmente armoniosa, Dios.
Esta fue la experiencia que tuvo nuestra familia en una importante curación que continúa bendiciéndonos.
Sabía, sin duda, que nuestro hijo estaba a salvo en los brazos de su Padre-Madre Amor.
Cuando nuestro hijo ahora adulto tenía 23 meses, lo dejé al cuidado de mi esposo y mis padres mientras volaba al otro lado del país para asistir a la reunión de mi asociación de estudiantes de la Ciencia Cristiana. (Estas reuniones se llevan a cabo una vez al año para los estudiantes que han completado un curso de dos semanas sobre la curación en la Ciencia Cristiana con un maestro autorizado de esta Ciencia). Cuando salí de casa, nuestro hijo mostraba síntomas leves de fiebre, pero todo lo demás era normal, y me sentí segura dejándolo por el viaje de tres días.
Cuando llamé a casa después de llegar a mi destino, pude escuchar los gritos de nuestro hijo en el fondo. Supe por mi esposo que la fiebre de nuestro hijo había empeorado. Mi esposo y mi mamá habían estado muy atentos, pero parecía que no lograban consolarlo.
Yo no sabía qué hacer. Por mucho que deseaba asistir a mi reunión y creía que esta era una actividad correcta, gran parte de mí quería regresar corriendo al aeropuerto y tomar el primer vuelo a casa. Temores agresivos y escenarios negativos de “qué tal si” inundaron mi pensamiento.
Así que llamé a mi maestro de Ciencia Cristiana y le expliqué mi preocupación. Su serena certeza de que nuestro hijo estaba protegido bajo el cuidado constante de su Padre-Madre Amor, me recordó que la verdadera Madre espiritual de nuestro hijo —el Amor divino, Dios— estaba con él en todo momento. Yo no tenía que ir a ningún lado para que él sintiera la presencia y el consuelo de esta maternidad espiritual.
Ciencia y Salud se refiere a Dios como Padre y Madre, y da la interpretación espiritual del Padre Nuestro, iluminando la primera línea, “Padre nuestro que estás en los cielos”, con estas palabras: “Nuestro Padre-Madre Dios, todo-armonioso” (pág.16). Este sentido espiritual de maternidad —expresado en amor continuo, tierno cuidado, paciencia, valor, persistencia, mansedumbre y fortaleza espiritual— le estaba brindando a nuestro hijo el cuidado perfecto que necesitaba. Mi maestro también sugirió que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana para que visitara al niño en nuestra casa. Sentí que esto era prudente y lo hice de inmediato.
Cuando el temor todavía parecía estar en el pensamiento, esta declaración de Ciencia y Salud fue de gran ayuda: “Todas las funciones del hombre verdadero están gobernadas por la Mente divina” (pág. 151). Basándome en esta verdad, oré de esta manera: “La temperatura, el apetito, la actividad y el descanso de nuestro hijo son mantenidos por la inteligencia divina omnisciente, del todo amorosa e inalterable. Ningún elemento de su verdadero ser puede negarse a realizar su función natural en obediencia a la tierna ley del Amor”. Mi trabajo consistía en dar testimonio de este concepto impecable, allí mismo donde los sentidos físicos pretendían tener fiebre y un funcionamiento anormal. Afirmé las palabras del salmista en su oración a Dios: “En tu libro estaban escritos todos mis miembros” (Salmos 139:16, según KJV).
Oré con estas verdades basadas en la Biblia hasta que sentí la paz más profunda que haya conocido jamás. Sabía, sin duda, que nuestro hijo estaba a salvo en los brazos de su Padre-Madre Amor. Dios estaba allí con él y todo estaba bien. No era necesario decir ni hacer nada más.
El premio de la paz y la curación espirituales ciertamente vale la pena el esfuerzo.
A la mañana siguiente, cuando llamé a casa, nuestro hijo estaba completamente bien. Había tomado un desayuno normal y estaba jugando al baloncesto con su papá. Al asistir a la reunión de mi asociación ese día, me mantuve clara y firme en las verdades que eran la ley que nos gobernaba a cada uno de nosotros. Mi esposo y mis padres también se aferraron a los hechos espirituales durante todo el día.
Esta curación ha sido un hito para mi familia y para mí. Hasta el día de hoy, la tranquila certeza espiritual que experimenté aquella noche sigue siendo un ancla.
Cuando enfrentamos un desafío, cada uno de nosotros está realmente en los umbrales de discernir nuevas verdades espirituales. Podemos agradecer humildemente a Dios por la oportunidad de avanzar en nuestra comprensión espiritual y, como Jacob, negarnos a dejarlo ir hasta que recibamos esa bendición.
La Sra. Eddy dice: “La canción de la Ciencia Cristiana es: ‘Trabajad — trabajad — trabajad — velad y orad’” (Mensaje a la Iglesia Madre para el año 1900, pág. 2). Ella no minimizó la importancia del esfuerzo consagrado. Pero ¡oh!, ¡qué gloriosas son las bendiciones de la comprensión espiritual y la curación! Estas nos establecen firmemente sobre la roca de la Verdad y siguen siendo faros en nuestra experiencia para siempre. El premio de la paz y la curación espirituales ciertamente vale la pena el esfuerzo.
