Todos anhelamos tener constancia en nuestra vida. Así que no es inusual escuchar a alguien hablar con inquietud de la “nueva normalidad”. Ya sea que esto provenga de la impaciencia por volver a la “normalidad” o de la preocupación de que no podemos volver a la anterior “normalidad”, plantea la pregunta, ¿qué es realmente “normal”? ¿Puede haber una “normalidad” que sea cierta y constantemente buena?
Mary Baker Eddy, en sus obras pioneras sobre la espiritualidad y la curación, presentó lo que algunos considerarían una visión bastante poco convencional de la constancia. La búsqueda de la palabra normal en sus extensos escritos pone al descubierto varios conceptos que ella aparentemente consideraba eran los hechos fundamentales de la existencia: La salud es normal. La armonía es normal. El bien es normal. (Véase, por ejemplo, Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 200.)
Al mirar a nuestro alrededor y ver las noticias, tal vez no llegaríamos necesariamente a la misma conclusión. De hecho, en su propia vida, la Sra. Eddy enfrentó considerables enfermedades, pérdidas y dificultades. No obstante, llegó a ver estas experiencias, no con resignación, sino con la convicción espiritual de que la salud, la armonía y el bien son en realidad normales, naturales e inevitables. Esta convicción se basaba en la comprensión de que el bien es la definición misma de Dios. Ella escribe que Dios es el Principio divino —el bien consecuente, universal, inalterable— y que la verdadera identidad de cada uno de nosotros es espiritual, hecha a imagen de Dios, como dice la Biblia. Al comprender que el Principio es solo bueno y la única causa, se deduce que todo lo que procede del Principio debe ser bueno y que el bien debe ser la única realidad. Si el bien invariable es la realidad de la existencia, y cada uno de nosotros es verdaderamente espiritual, entonces la enfermedad, la discordia, el accidente y la injusticia no tienen legitimidad en esta creación espiritual. ¡Aquí hay una “nueva normalidad” para tener en cuenta!
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