Todos estamos conscientes de que puede haber diferentes narrativas de sucesos o personas. Los conflictos y crisis en todo el mundo nos han demostrado el peligro de aceptar o defender categóricamente una narrativa en particular sin resolver lo que es verdadero o falso.
Al orar acerca de cómo estar alerta y superar mis propias ideas preconcebidas, me acordé de una historia bíblica sobre un hombre paralítico. El Evangelio de Marcos (véase 2:1-12), cuenta que llevaron a este hombre a Jesús para que lo sanara. Tuvieron que cargarlo y parece que sus amigos hicieron esto de buena gana. Jesús estaba en una casa, y había una multitud, así que, para acercarle al hombre, sus amigos abrieron el techo y lo bajaron. El resultado: Jesús perdonó los pecados del hombre y la parálisis fue sanada. La Biblia nos da cierto contexto para la curación: “Al ver Jesús la fe de ellos” —la del hombre y sus amigos—, le dijo al enfermo de parálisis: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Entonces, momentos más tarde Jesús dijo: “Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”. Y el hombre así lo hizo.
Este relato muestra el poder de tener fe en una narrativa que va más allá de la de un hombre permanentemente enfermo. Donde podríamos tener una percepción material y limitada del hombre, Jesús vio abundante información derivada de Dios sobre él. Jesús contempló la verdadera identidad espiritual del hombre, creada por Dios, el Espíritu, a Su imagen y semejanza perfectas. Nosotros también podemos mirar más profunda y espiritualmente la verdadera naturaleza del hombre, que nos permite ver a través de la narrativa material normal.
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