La mayoría de nosotros pasamos gran parte de nuestro tiempo esperando que algo suceda. Tal vez estemos esperando un taxi, un autobús, un tren, tener una cita, que se cocine la comida, un ansiado mensaje; la lista es interminable.
Pero el tiempo mismo es una creencia en la medición de un período en particular, y parecería aislarnos del ahora espiritual, omnipresente. Se relaciona con el movimiento de las cosas materiales; un ejemplo del cual es la rotación de la Tierra alrededor del sol. Se relaciona con los estados variables de la existencia, tales como el pasado, presente y futuro. También tiene la característica de controlar nuestras vidas al hacernos esclavos de sus demandas. Tiende a dictar la acción. Define la vida como limitada, sujeta a su discreción.
Esto no es lo que Dios, el creador de todo, ordenó. La infinitud es la “medida” o “dimensión” de la Mente divina, la cual no tiene interrupción ni restricción, y siempre funciona armoniosamente. Entonces, la forma en que abordamos el concepto de tiempo es de gran importancia para nosotros, especialmente en lo que se refiere a nuestras oraciones y nuestro trabajo sanador.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!