El mundo está viendo situaciones y problemas del tamaño de Goliat, que intimidan y asustan a muchos. La gente está orando para encontrar soluciones, pero ¿es suficiente la oración? Para algunos, la oración puede parecer débil e ineficaz, como si escribiéramos la palabra agua en un pedazo de papel y la arrojáramos a un infierno incontenible.
Cristo Jesús nos dio un ejemplo excepcional y una valiosa instrucción a seguir cuando los desafíos del tamaño de Goliat amenazan y cuando quizá dudemos del poder de la oración.
Un hombre llevó a su hijo a Jesús para que lo sanara (véase Mateo 17:14-21, LBLA). La enfermedad del hijo, que quizás haya sido epilepsia, era grave y los síntomas impresionantes. Los discípulos de Jesús no habían logrado sanarlo. Jesús lamentó la falta de fe en general e inmediatamente sanó al niño. Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús por qué no habían podido sanarlo, él respondió: “Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: ‘Pásate de aquí allá’, y se pasará; y nada os será imposible. Pero esta clase no sale sino con oración y ayuno”.
¿De qué clase de fe estaba hablando Cristo Jesús? No podría haber sido una mera creencia ciega o dogmática. Tampoco podría haber sido la fe en un concepto falso de Dios, en una deidad que podría causar o permitir el sufrimiento tanto como la bendición, por ejemplo. No, la fe que Jesús requería para que la oración fuera eficaz tenía que estar basada en la Verdad divina, en una comprensión de la verdadera naturaleza de Dios y Su creación. Jesús comprendía que incluso un grano de fe en la absoluta bondad y omnipotencia de Dios sigue siendo infinitamente más grande que cualquier mentira agresiva proveniente de lo que la Biblia llama la mente carnal. Esta consciencia falsa cree que la materia es todo en todo y que el mal es más real y más poderoso que Dios. La comprensión espiritual de la verdad opuesta —el poder y la infinitud de Dios, el bien— nos da dominio sobre todas las condiciones, ya sea que parezcan minúsculas o gigantescas.
Pero, como dijo Jesús, resolver algunos tipos de problemas requiere tanto oración como “ayuno”. ¿Cuál es el significado espiritual de este ayuno? Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia sanadora del Cristo, la define como “[abstenerse] de admitir las pretensiones de los sentidos” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 222).
Los sentidos físicos —los sentidos de la mente carnal— son defectuosos. No ven el mundo como Dios lo creó, el cual es completamente espiritual, bueno y armonioso. Ven un mundo material con problemas del tamaño de Goliat y a veces impresionantes, como la enfermedad desenfrenada, la injusticia, la violencia y la corrupción, sin soluciones a la vista.
Una verdad clara y científica que viene de Dios, es suficiente para superar cualquier condición que parezca amenazante o insuperable.
La Ciencia Cristiana revela lo que Jesús probó: que la “montaña” movida con tan solo un grano de fe jamás fue una realidad creada por Dios. Al igual que el vapor en Génesis 2, que oscureció la creación ya perfecta de Dios (véase Génesis 1) y llevó a una teoría material de la vida, la “montaña” a la que Jesús se refirió no era ni es más que una perspectiva nebulosa y distorsionada de la realidad. Es una imposición presentada agresivamente al pensamiento humano que puede superarse mediante la oración que busca y mantiene el punto de vista de Dios, la Verdad absoluta. La Sra. Eddy escribe: “Golpear a diestra y siniestra contra la niebla jamás aclara la visión; mas levantar la cabeza por encima de ella, es suprema panacea” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 355).
Un grano de verdad es infinitamente más grande que cualquier mentira.
Una vez luché con lo que parecía ser una enfermedad sumamente amenazante, un trastorno interno doloroso que me mantenía confinada en casa la mayor parte del tiempo. Había estado soportando y lidiando con el problema más que orando al respecto, e incluso ir al supermercado era todo un desafío.
Entonces, un día, mi esposo dijo que tenía que ir a la costa oeste por negocios durante dos semanas. Trabajaba para el ferrocarril y le ofrecieron un viaje en tren de ida y vuelta con alojamiento para dormir y todos los gastos pagados para los dos. Viajar a campo traviesa en tren era un sueño que habíamos tenido durante muchos años. Pero ahora yo no lograba ver cómo iba a poder ir.
Recordando que David, el pastor, había derribado a Goliat, el gigante filisteo, con una piedra lisa a través de su fe absoluta en Dios, le pedí a Dios el único pensamiento, la única “piedra lisa”, que necesitaba. De inmediato me vino un versículo del Salmo veintitrés (LBLA): “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. Decidí confiar en esta promesa e irme de viaje. Antes de salir, cada vez que tenía miedo, me aferraba a la certeza que Dios me había dado y confiaba en el cuidado del Amor divino.
El viaje fue maravilloso. A medida que cada necesidad era satisfecha, mi confianza en Dios crecía y el temor disminuía. Cuando llegamos de regreso a casa, los síntomas eran mínimos y sentí que estaba muy cerca de sanar por completo.
Varios días después, al pasar junto al televisor, escuché una voz que decía: “Las cosas deberían funcionar, pero siempre existe el principio del caos”. Inmediatamente, un fuerte “¡No!” surgió en mi pensamiento, y luego: “¡Qué ridículo!” Esto me alertó instantáneamente sobre el hecho de que el problema con el que había estado luchando no era una condición física, sino simplemente la creencia en que otra causa o principio aparte de Dios gobierna mi vida.
De mi estudio de la Ciencia Cristiana había aprendido que Dios, el Principio divino, el Amor, nunca causaría ni apoyaría nada que pudiera incapacitar a Su hijo. Esta era la respuesta que había estado buscando, y la acepté con alegría. El último de los síntomas desapareció en un día o algo así, y he disfrutado de buena salud durante los últimos 11 años sin recurrencia del problema.
Ya sea que parezca minúsculo o gigantesco, lo que sea erróneo o falso no tiene un tamaño real, porque existe solo en una consciencia falsa. Un grano de verdad es infinitamente más grande que cualquier mentira o sugestión mental hipnótica. Así que un grano de fe fortalecido por la comprensión espiritual es suficiente para derrotar lo que parecen ser Goliat modernos. No importa si la mentira nos llega como un problema personal obstinado o una dificultad nacional o global; una verdad clara y científica que viene de Dios, respaldada con todo el poder y la ternura del Amor divino, es suficiente para superar cualquier condición o situación que parezca amenazante o insuperable. Al orar y ayunar como Jesús enseñó, podemos ver a estos Goliat derrumbarse y disolverse en el vacío que son y descubrir que “Un grano de la Ciencia Cristiana hace maravillas por los mortales, tan omnipotente es la Verdad...” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 449).
