Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Sanemos el pasado

Del número de enero de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 11 de octubre de 2021 como original para la Web.


¿Lamentamos algo del pasado? Puede parecer que un suceso, una oportunidad perdida, una relación parecen persistir en la memoria durante meses o años. No importa cuán a menudo pensemos en ello o tratemos de corregirlo, nunca parece resolverse.

Tal vez en otras ocasiones añoremos el pasado, a alguien que ha fallecido o los “buenos tiempos”, cuando la vida parecía menos frenética, más significativa. O quizá simplemente sintamos, hasta cierto punto, como si estuviéramos definidos por el resultado acumulativo de todas nuestras experiencias, positivas y negativas.

Pensamientos como estos pueden hacer que la vida parezca predeterminada e ineludible, y dejarnos sintiéndonos impotentes, sin esperanza, tal vez incluso condenados. Sin embargo, en la Ciencia Cristiana aprendemos que nuestra verdadera identidad es totalmente espiritual, por lo que nunca tenemos que estar limitados o dominados por una historia material. Como hijos amados de Dios, hechos y mantenidos a Su imagen, en realidad no estamos restringidos dentro de los confines del tiempo, sino que vivimos en la expansión ilimitada de la eternidad, y reflejamos solo la naturaleza y las cualidades de Dios.

¿Cómo funciona esto? La vida parece ser una progresión secuencial que avanza constantemente, año tras año, hasta que morimos. Pero la Ciencia Cristiana sugiere un enfoque muy diferente de la vida, una perspectiva espiritual que revela que cada uno de nosotros ha existido, y existirá, eternamente como la idea o expresión perfecta y completa de Dios, el Espíritu. Y puesto que somos completamente espirituales, las únicas partes de nuestro registro terrenal que son verdaderamente perdurables son aquellas que apuntan a la Verdad espiritual y la demuestran, la cual es eterna y no depende del tiempo. Como señala No y Sí, por Mary Baker Eddy, la Fundadora de la Ciencia Cristiana: “El hombre tiene un Alma inmortal, un Principio divino y un ser eterno” (pág. 11).

Inicialmente, esta idea del “ser eterno” fue todo un desafío para mí, hasta que comencé a ver evidencias sutiles de ello a mi alrededor, las que reforzaron la comprensión de que nuestra verdadera individualidad espiritual no está de ninguna manera atada a una cronología material. Por ejemplo, observé a ciertos jóvenes que eran claramente más sabios de lo que corresponde a su edad. Y conocí a algunas personas mayores cuya salud, movilidad y agudeza no estaban disminuyendo con la edad, sino que sus vidas se estaban volviendo cada vez más ricas y expansivas. Una mujer de mi iglesia comenzó a nadar competitivamente a los 82 años, y pronto se convirtió en campeona en su grupo de edad, mientras que un hombre de 79 años escribió y publicó su primera novela.

Estas y otras experiencias similares me ayudaron a ver la naturaleza ilusoria e irrelevante del tiempo y su consiguiente incapacidad para afectar quiénes somos o de qué somos capaces. “La Vida no tiene comienzo ni fin”, escribe Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. “La eternidad, no el tiempo, expresa el pensamiento de la Vida, y el tiempo no es parte de la eternidad. Uno cesa en la proporción en que la otra es reconocida” (pág. 468). La Biblia destaca la intemporalidad a través de las palabras de Jesús, que ponen de relieve su naturaleza eterna a semejanza del Cristo: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58).

Esta nueva comprensión de que solo la Vida eterna, Dios, determina quiénes somos cambió por completo mi vida. Pronto comencé a esforzarme por vivir en el “ahora” de cada momento, en lugar de revivir constantemente mis ayeres o correr ansiosamente hacia el mañana. Comencé a considerar mi pasado simplemente como el camino que he recorrido para llegar donde estoy ahora, y a apreciar el crecimiento espiritual que me brindó, aun si eso incluía arrepentimiento, redención e incluso restitución si algo indebido había ocurrido. Me di cuenta de que las relaciones fallidas, los trabajos problemáticos, las oportunidades perdidas o frustradas no necesitaban definirme, restringirme o condenarme. Podían ser, en cambio, lecciones espirituales constructivas que me llevaran hacia adelante, trayendo una genuina renovación, así como eran mis experiencias más positivas. 

Podemos confiar en que la sabiduría de Dios nos guía para saber qué hacer, paso a paso.

Ciencia y Salud dice: “La exigencia divina: ‘Sed, pues, vosotros perfectos’ es científica, y los pasos humanos que conducen a la perfección son indispensables” (págs. 253-254). Cada lección, cada paso, ayuda a cambiar nuestra manera de pensar, llevándonos a evitar la repetición de los errores del pasado, a escuchar más atentamente la dirección de Dios y a estar más dispuestos a seguirla. 

Esto evoca la historia de José en el Génesis (véanse capítulos 37, 39-45, LBLA). La vida de José está plagada de desafíos, pero a través de todos ellos, él parece esforzarse por seguir con obediencia el camino que Dios le ha trazado. Con el tiempo, se vuelve muy influyente; no obstante, es capaz de apreciar sus experiencias de vida y perdonar a sus hermanos celosos, quienes lo habían vendido como esclavo cuando era joven. José les dice: “No os entristezcáis ni os pese el haberme vendido aquí; pues para preservar vidas me envió Dios... ahora pues, no fuisteis vosotros los que me enviasteis aquí, sino Dios”. 

José parecía reconocer que cada dificultad no era un fracaso ni una prueba de parte de Dios, sino un peldaño importante hacia la siguiente lección espiritual. 

Esto es cierto para nosotros, incluso si tenemos que enmendar errores o rectificar decisiones equivocadas. Podemos confiar en que la sabiduría de Dios nos guía para saber qué hacer, paso a paso. Al principio, el apóstol Pablo había perseguido a la joven iglesia cristiana, sin embargo, fue capaz de deshacerse del pasado para vivir en el cumplimiento presente del propósito de Dios. Él dijo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13, 14). 

Cuando veamos la vida desde una perspectiva espiritual, ya no nos sentiremos obligados a analizar en detalles los recuerdos dolorosos o melancólicos, ni a dejar que nos definan o limiten. En cambio, nos regocijaremos y abrazaremos las maravillosas formas en que Dios nos guía hacia adelante, paso a paso, a medida que abrimos nuestros corazones, a través de cualquier prueba que podamos enfrentar. ¡Esto nos ayuda a vivir más plenamente en el reino de los cielos, aquí y ahora!

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / enero de 2022

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.