Cuando era niña, me encantaba ir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana cada semana. Me gustaba mucho mi maestra. Siempre estaba muy alegre. Me encantaba sentarme alrededor de la mesa con los otros niños, hablando de las historias de la Biblia. Sobre todo, me encantaba lo que estaba aprendiendo, porque me reconfortaba mucho.
La Escuela Dominical era acerca de Dios y de cómo orar. Una de las primeras ideas con las que aprendí a orar fue: “No hay lugar donde Dios no esté”. Eso significa que Dios está en todas partes. Eso quiere decir que el Amor (otro nombre para Dios) está en todas partes. No hay ni un lugarcito donde Dios, el Amor, no esté.
Otra cosa que aprendí en la Escuela Dominical es que esas ideas de las que hablábamos no eran solo para los domingos. Eran para todos los días. Podía orar con ellas y sanar. Entonces, un día decidí orar por mi cuenta acerca de unas verrugas que tenía en las manos.
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