Me desperté contenta; teníamos planes de hacer algo divertido durante la orden de confinamiento. Íbamos a aventurarnos al puesto de una granja cercana para hacer una compra “esencial” de fresas recién recogidas para hacer una mermelada deliciosa. Pero cuando comencé a prepararme para el día, pensamientos de vergüenza comenzaron a llenar mi consciencia. ¡No otra vez!
Había sufrido abrumadores y vergonzosos momentos debido a experiencias pasadas en las que ahora actuaría de manera diferente si tuviera la oportunidad. Pero inmediatamente después de esa perturbación, llegó un mensaje angelical: “No mires atrás”. Me vino al pensamiento el destino de la esposa de Lot. Me di cuenta de que recordar los malos momentos es la forma en que el error me impediría seguir adelante.
Esa mañana no quería entrar en ese desagradable espacio mental. Sabía que el arrepentimiento genuino me había reformado a través del Cristo, por lo que no merecía seguir sufriendo de remordimiento por algo que sucedió en el pasado. Soy la hija de Dios, “cuidada, vigilada, amada y protegida” (Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 278, según versión en inglés).
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