Estaba escribiendo mis exámenes finales del bachillerato cuando de repente comencé a sufrir de un insomnio severo y ansiedad constante.
Sentí la gran necesidad de saber cómo orar por esto, así que abrí al azar mi ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. A menudo había leído de personas que abrían su Biblia o Ciencia y Salud y encontraban en la página algo que guiaba sus oraciones para sanar.
Cuando miré hacia abajo en la página que había abierto, mis ojos se centraron en la siguiente declaración: “... tienes que empezar por considerar a Dios como el Principio divino de todo lo que realmente es” (pág. 275). Intenté con valentía hacer esto.
Durante casi un mes, estudié esta instrucción y otros pasajes de Ciencia y Salud y la Biblia. Estaba buscando la sensación de paz y normalidad que parecía haber desaparecido de mi vida. En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana a la que asistí, aprendí que el estrés y la presión no provienen de Dios, por lo que no tienen poder sobre nosotros. Sólo los pensamientos que son buenos, que vienen de Dios, tienen algún efecto o influencia en nosotros. Sabía que esta era la verdad, y estaba haciendo todo lo posible para comprenderla y aferrarme a ella.
No obstante, estaba luchando. Parecía que no podía apagar o abandonar los pensamientos de ansiedad. En ese momento, me estaba apoyando un maravilloso practicista de la Ciencia Cristiana con quien hablé todos los días durante casi un mes. Compartía conmigo ideas que le habían venido de Dios mientras oraba por mí, y me aseguraba que podía confiar completamente en Dios y que no necesitaba tener temor.
Había estado temerosa de que me fuera mal en los exámenes debido a la falta de sueño, pero comencé a darme cuenta de que no necesitaba tener miedo, porque Dios es la Mente y es la fuente de mi energía e inteligencia. No podía estar separada ni por un momento de la Mente divina y sus cualidades. La Mente es también la fuente de la paz y el descanso, y no podía dejar de sentirme renovada y descansada, ya que era la idea de Dios y reflejaba a la Mente.
Una y otra vez, cuando abría Ciencia y Salud, mis ojos caían en esa misma línea: “... tienes que empezar por considerar a Dios como el Principio divino de todo lo que realmente es”. Un día, me di cuenta de que el énfasis en esa declaración debía recaer en la palabra empezar, porque la oración en la Ciencia Cristiana siempre comienza con pensamientos acerca de Dios en lugar de un problema. Si tuviera que comenzar buscando una causa para la ansiedad, examinando sus efectos y luego tratando de orar para librarme de ella, mis oraciones no serían eficaces. Hacer realidad un problema nunca lo sana.
De manera que, cuando oré, comencé con Dios, sabiendo que Él es bueno; que el verdadero universo, creado por Dios, es bueno; y que Dios es el único Principio, ley o causa en el universo. Pensé en lo que significaba habitar en este universo divino y lo que se siente. Uno se siente seguro, protegido, alegre. En lugar de rumiar sobre los pensamientos ansiosos y buscar su causa, simplemente me negué a albergarlos.
Al principio, esto me resultó muy duro, y a veces me mantenía bastante ocupada. Pero también era una alegría afirmar continuamente que Dios es el Principio divino, el Todo-en-todo, y que no hay nada fuera de Él. Por lo tanto, no había nada que pudiera amenazarme o molestarme. La ansiedad comenzó a disminuir y dormí un poco mejor.
Una noche, poco después de comenzar a orar de esta manera, estaba estudiando para un examen, cuando de pronto levanté la vista y la habitación pareció estar fuera de foco, pero de inmediato volvió a enfocarse. La sensación de ansiedad desapareció por completo en ese momento y nunca regresó. También obtuve las calificaciones que había deseado en todos mis exámenes. En todo caso, lo hice mejor de lo esperado.
Al año siguiente, en la universidad, tuve que escribir una prueba a comienzos del año. Me costó conciliar el sueño la noche anterior y decidí hablar con mi madre al respecto. Ella sugirió que orara el Padre Nuestro. Lo hice y pronto me quedé dormida. Además, tenía la fuerte sensación de que jamás volvería a sufrir de insomnio, y así ha sido.
Ya han pasado muchos años, y a pesar de trabajar como profesional en un campo estresante y ser madre primeriza, nunca más he tenido problemas para dormir. De hecho, a menudo he conciliado el sueño muy rápidamente cuando lo necesitaba. Estoy muy agradecida por esta demostración de la bondad de Dios en mi vida, y por la Biblia y Ciencia y Salud, que señalan el camino hacia la curación.
Emma Bekker
Johannesburgo, Sudáfrica
