Estoy inmensamente agradecida por una experiencia de curación que tuve mientras viajaba con un grupo que visitaría una escuela en el extremo noreste de la India, cerca de la frontera tibetana.
Como hago cada vez que me preparo para salir en un viaje como este, oré por la seguridad y la protección de todos en el trayecto. Sin embargo, en una reunión antes de irnos, escuché a los miembros del grupo hablar acerca de las grandes altitudes por las que viajaríamos. Aunque había hecho muchos viajes a gran altitud antes, estas alturas eran mayores que las que había experimentado anteriormente, y comencé a preocuparme.
Decidí pedirle a un miembro de mi iglesia filial de la Ciencia Cristiana que orara por mí mientras me disponía a iniciar mi viaje. Inmediatamente sus oraciones ayudaron a eliminar los temores que se habían estado amontonando en mi pensamiento. Compartió conmigo algunas de las palabras de Mary Baker Eddy en su libro La Ciencia Cristiana en contraste con el panteísmo: “La gran altura del cristianismo abre, muy por encima de las llamadas leyes de la materia, una puerta que nadie puede cerrar; muestra a todos los pueblos la forma de escapar del pecado, la enfermedad y la muerte; quita del corazón de la humanidad la carga de experiencias dolorosas, e ilumina el camino de tal manera que aquel que entra en él pueda correr y no cansarse, y caminar, no esperar al borde del camino —sí, para seguir adelante suavemente sin las angustias de la reforma mediante las cuales el buscador del camino alcanza la senda y la señala” (pág. 12).
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