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Original Web

RELATOS DE CURACIONES

Sana de esclerosis múltiple

Del número de enero de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 4 de octubre de 2021 como original para la Web.


Hace muchos años, comencé a experimentar síntomas en mis piernas y pies que me hacían difícil caminar. En mi estudio de la Ciencia Cristiana, había aprendido que Dios es la verdadera fuente de nuestras capacidades, así que me apoyé en Él para que me permitiera continuar con mis deberes como maestra de escuela y madre de niños pequeños.  

Estas palabras del profeta Isaías me dieron fortaleza: “Porque yo soy el Señor tu Dios, que sostiene tu diestra, que te dice: ‘No temas, yo te ayudaré’” (Isaías 41:13, LBLA).  

Sabía que la curación es realmente un “trabajo interno” que requiere ser receptivo a la inspiración y la disposición de elevar el pensamiento hacia la consciencia divina. Con la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana, oré diariamente para vencer el temor comprendiendo que Dios es Todo y “no hay otro fuera de él” (Deuteronomio 4:35).  

La curación no se produjo rápidamente. Algunos días eran mejores que otros, pero perseveré, sabiendo que no importaba cuánto tiempo tomara, la curación era inevitable. Consideré este desafío como una oportunidad para crecer espiritualmente, y cada actividad como una ocasión para demostrar la respuesta a la pregunta: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” (Génesis 18:14). Cada vez que me sentía frustrada, sabía que el desaliento no era realmente mi pensamiento, ya que los pensamientos del hombre son la expresión de la Mente divina y siempre afirman la presencia y el poder del bien infinito.  

En un momento dado, cuando había comenzado a pensar que quizás debía poner fin a mi carrera docente, gané un premio de enseñanza por excelencia del estado. Esto fue todo un honor, pero requirió que trabajara una semana durante el verano para el departamento de educación del estado, diseñara un paquete de enseñanza y enseñara numerosos talleres a otros maestros. Me preguntaba cómo podría cumplir con estos requisitos, así como caminar por el escenario para recibir mi premio. Sintiéndome atrapada y temerosa, oré fervientemente para saber cómo proceder.  

Ese verano, con oración y persistencia, pude completar los requisitos. Pero algunos familiares y amigos estaban preocupados por mi salud y me instaron a buscar un diagnóstico médico. A regañadientes acepté, y el médico que me examinó diagnosticó la condición como esclerosis múltiple. Me dijo que no había tratamiento para ello.  

“Quédate con tu religión”, dijo, “porque para cuando haya ayuda médica disponible, estarás sana”. Luego me remitió a un neurólogo, quien me hizo otro examen y me indicó que me hiciera una prueba. Fui al sitio de la prueba, pero después de pensarlo más, decidí no tomarla. Me di cuenta de que no quería un registro material que me etiquetara con una enfermedad incurable, porque sabía en mi corazón que “para Dios todo es posible” (Mateo 19:26).  

En el viaje a casa, recordé la curación de la hija de Jairo, de quien Cristo Jesús dijo: “No temas; cree solamente, y será salva” (Lucas 8:50). Me di cuenta de que Jesús nunca se refirió a ella como moribunda o muerta; dijo que estaba durmiendo. Esto me ayudó a ver el punto crucial de que el problema no tenía nada que ver con su cuerpo, o con el mío. Más bien, era necesario despertar el pensamiento espiritualmente al hecho de que la Mente divina nos gobierna a cada uno de nosotros y es la verdadera fuente de la vida y el movimiento.  

Cuando llegué a casa, llamé por teléfono a la practicista, quien me habló con mucho cariño y con la firme convicción de que sería sanada. Recuerdo que citó este pasaje de la Biblia: “El Señor Dios es mi fortaleza; Él ha hecho mis pies como los de las ciervas, y por las alturas me hace caminar” (Habacuc 3:19, LBLA).  

En el momento en que cedí al Espíritu divino con total confianza, tomé consciencia de mi verdadera identidad como reflejo de Dios, perfecta y completa.  

Ese fue un momento decisivo. Durante las siguientes semanas mis piernas se fortalecieron. Mis pies, que se habían vuelto hacia adentro, comenzaron a aplanarse. Me resultaba más fácil moverme, y para septiembre de ese año todos los síntomas habían desaparecido. Pude caminar por el escenario para aceptar mi premio de enseñanza. Mi curación fue completa, y continué enseñando en la escuela durante otras tres décadas.

Beverly Wood Coyle
Vienna, Virginia, EE.UU.

Fui testigo de la curación de mi madre como ella la describe. Hubo muchos altibajos, pero saber que no había tratamiento médico disponible para la esclerosis múltiple solo fortaleció la confianza de nuestra familia en la Ciencia Cristiana. Esto apoyó a mi madre mientras revertía el veredicto devastador al volverse de todo corazón a Dios. En un momento dado, vi a mi madre pasar de gatear a caminar como resultado de la oración. Unas semanas más tarde, nuestra familia hizo una caminata de ocho kilómetros por toda la ciudad de Nueva York. De hecho, su experiencia demuestra que no hay nada demasiado difícil para el Señor.

Caitlin Coyle Reidway
Waxhaw, Carolina del Norte, EE.UU.

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