Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Amar lo que es difícil de amar

Del número de marzo de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En el Sermón del Monte, Cristo Jesús dice a sus oyentes: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:43-45). 

Decididamente, parece más fácil orar por aquellos que amamos, aquellos con los que tenemos una relación estrecha y aquellos que piden nuestras oraciones. Cuando nuestros sentimientos han sido heridos o estamos molestos con alguien, es una tentación alejarse. Sin embargo, Jesús nos instó a amar aun a aquellos que han sido crueles o injustos con nosotros.

Mi madre solía decir que es fácil amar a los que son amables, pero que la verdadera prueba de la oración está en el amor abnegado: amar y ver a los demás como Dios nos ama y nos ve a todos. Al pensar detenidamente en esto, supongo que la enseñanza de Jesús tiene que ver con el hecho de que solo la identificación espiritual de los que nos rodean, basada en el amor y la oración, puede revelar que todos somos hijos de Dios. Mary Baker Eddy comienza el capítulo “La oración”, en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, con esta declaración: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios, una comprensión espiritual de Él, un amor abnegado” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 1).

Recientemente, tuve que enfrentar el desafío de vivir esta enseñanza cuando un miembro de la familia comenzó a comportarse de una manera que para mí era ofensiva e hiriente. Estaba tan dolido por los comentarios de esta persona que comencé a experimentar un fuerte dolor de estómago, al punto de apenas poder comer. 

Esto continuó durante varios días, y me sentía bastante frustrado por la situación. Sabía que era correcto ver a mi pariente como a un hermano en Cristo, como alguien que es, como yo, como tú y todos, inseparable de su Hacedor, el Amor divino. Pero era difícil ver más allá del sentido humano del bien y del mal, de víctimas y de villanos. 

Me di cuenta de que necesitaba comenzar con mi propio pensamiento, y llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me diera un tratamiento de esta Ciencia. A través de la oración, me quedó claro que el dolor físico continuaría mientras yo siguiera resentido y herido. ¡Tenía un fuerte incentivo para corregir mi pensamiento y alinearlo con la exhortación de Jesús! 

Me resultaba cada vez más difícil realizar actividades normales y retener la comida. Sabía que el pensamiento cristiano se vuelve humildemente a Dios en oración, y dice: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42), y luego presta atención constantemente a la voz del Amor, la guía de nuestro Padre-Madre Dios. Así que, durante un par de días, luché por dejar de lado mi propia voluntad y escuchar el Amor divino. 

Cuando logré escuchar en silencio, se produjo un gran progreso en la forma de estas palabras: “¡Tú sabes que lo sabes!”. Me di cuenta de que realmente sabía que el amor abnegado era la única manera de producir un cambio en mi pensamiento acerca de esta persona y verla como el hijo de Dios. Reconocí el hecho espiritual de que yo solo era capaz de ser amoroso, y que él también sólo podía amar, que esta era nuestra verdadera naturaleza y el camino a la reforma para los dos. 

El dolor de estómago cesó por completo, y pude comer normalmente y volver a mis actividades habituales. Y por supuesto, como prueba de que “... todo lo que bendice a uno bendice a todos...” (Ciencia y Salud, pág. 206), mi pariente también tuvo un cambio de actitud, y se volvió más amoroso y mostró más compasión. Pero lo más importante fue la gran lección que aprendí acerca de la oración como un reflejo del amor del todo misericordioso de Dios. De hecho, el término reflejo ha llegado a significar, para mí, realmente saber que no puedo expresar nada menos que amor.

Nadie nunca carece de amor, es difícil de amar o incapaz de ser amado como la expresión espiritual misma del Amor divino. Cada uno de nosotros está creado por el Amor, Dios, y, por lo tanto, jamás está separado del Amor.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / marzo de 2022

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.