Comencé a experimentar un intenso dolor de cabeza en medio de una reunión de planificación en la universidad donde trabajaba. Al sentir que algo andaba terriblemente mal, las personas en la sala callaron y se llenaron de temor.
Me vino la idea de pedirles que oraran conmigo en voz alta el Padre Nuestro y el Salmo 23. Centrada en estas oraciones reconfortantes y sanadoras de la Biblia, para cuando llegó la ambulancia no sentía miedo ni dolor.
En el hospital, el médico habló de la gravedad de la situación y recomendó una cirugía de inmediato. También advirtió que, sin tratamiento médico, los mismos síntomas se repetirían dentro de los próximos seis meses. Sin embargo, yo quería confiar en Dios para la curación.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!