En noviembre de 2017, comencé a experimentar algunas dificultades con un lado de mi cara. Mi sonrisa estaba torcida, un ojo no parpadeaba, y la ceja de ese lado estaba más baja que la del otro lado. No me veía como yo misma y estaba asustada.
Comencé a orar, razonando que Dios, que es solo bueno, no causó esto. Pero me sentía muy temerosa, así que me comuniqué con un practicista de la Ciencia Cristiana; alguien que está en la práctica pública de la curación a través del tratamiento metafísico como se enseña en la Ciencia Cristiana. Expresé el temor que sentía y me consoló la apacible respuesta del practicista. Me aseguró que Dios cuidaba amorosamente de mí y también me recordó un pasaje de la Biblia que dice: “Pondré dentro de vosotros mi Espíritu” (Ezequiel 36:27). Esta promesa contrasta fuertemente con la declaración del mundo que dice que estamos hechos de materia y todas las creencias que acompañan este punto de vista. Me animó a aceptar sólo los pensamientos que Dios me da: el espíritu de la Verdad y el Amor. Me aferré a estas promesas durante los dos días siguientes.
Un miembro de la familia me envió un artículo titulado “Curación, porque no hay miedo en la totalidad del amor” por Carol Dee Lewis, de la edición de abril de 2014 del Christian Science Journal. El mensaje amoroso de este artículo me habló tan clara y específicamente, como un mensaje directo de Dios. Sentí que comprendía por primera vez, al menos hasta cierto punto, que el temor no podía detener el amor de Dios o el poder para sanar, ¡que Dios era más grande que esto! Y con esta convicción el miedo se disolvió. Ahora siento realmente que esto fue una oportunidad en lugar de un desafío.
Continué orando y comunicándome con el practicista casi a diario, y me sentía renovada e inspirada cada vez que nos comunicábamos. Se acercaba el día de Acción de Gracias, y esperaba con ansias el compromiso que había hecho de cantar en un trío con mi hija en el servicio de Acción de Gracias de su iglesia filial de la Ciencia Cristiana. También estaba planeando asistir a una gran reunión de Acción de Gracias con los suegros y la familia de esta hija. Por un lado, quería esconderme y no ser vista, pero, por otro lado, razoné, ¿qué mejor lugar para estar el Día de Acción de Gracias que con un grupo de compañeros cristianos que sabían mirar más allá de lo que el ojo puede ver?
¡Fue un servicio religioso lleno de alegría! Después, asistí a las grandes festividades del almuerzo de Acción de Gracias, que incluía un tiempo para que cada persona expresara gratitud. Sabía que había cierta preocupación por mi condición, pero no se mencionó específicamente y la atmósfera estaba impregnada de amor el uno por el otro.
Ya no dudaba en hacer mis actividades diarias, que incluían estar afuera e interactuar con los demás. No iba a esconderme, sino que reconocía que otros podían verme como Dios me ve. Estaba experimentando un cambio muy positivo en mi pensamiento, y también vi evidencia de progreso en la situación física.
Mi deseo de acercarme a Dios a toda hora estaba dando fruto. Ya sea que me quedara dormida a la hora de acostarme, me despertara en medio de la noche o me levantara para comenzar un nuevo día, mis pensamientos estaban centrados en mi Padre-Madre Dios y Su amor por mí como Su expresión.
El practicista compartió un punto útil del sentido espiritual de la Sra. Eddy del Padre Nuestro. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras leemos:
Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
Capacítanos para saber que —como en el cielo, así también en la tierra— Dios es omnipotente, supremo (pág. 17).
Esto no dice, capacítanos para imaginar, sino saber. Esto realmente me impactó. No había imaginación, ¡solo había conocimiento! Y podía saber lo que Dios sabe. Podía enfocar mi vida más claramente usando la lente del Espíritu y el sentido espiritual, en lugar de los sentidos físicos.
También incluía regularmente al mundo en mis oraciones, sabiendo que cada paso de mi progreso no era solo para mí, sino que podía tener un efecto más amplio. Mis oraciones podían ayudar a reemplazar el miedo y la frustración con esperanza, paciencia y una expectativa de bien para el mundo.
En aproximadamente dos semanas y media, la curación fue completa. Mi cara se veía normal y funcionaba correctamente, y ha seguido así. Me pareció muy natural ser liberada de una visión falsa de mí misma y expresar mi identidad como Dios me conoce. Estoy profundamente agradecida por la creciente comprensión de Dios como Todo, y de mi propósito de dar testimonio de este hecho.
Marsha Rockabrand
Renton, Washington, EE.UU.