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Original Web

¿Podemos realmente sanar como Jesús lo hacía?

Del número de marzo de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 9 de septiembre de 2021 como original para la Web.


Jesús esperaba que sus seguidores sanaran. Él prometió: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también” (Juan 14:12). 

¿Qué necesitamos aprender para practicar el método de curación de Jesús, para aumentar nuestra comprensión y demostración de ello? ¿Por dónde comenzamos?  

La Ciencia Cristiana responde a estas preguntas, revelando que las leyes espirituales sustentaban la obra sanadora de Jesús. Dejó en claro que la curación no se lograba independientemente de Dios, cuando dijo: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. … no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (Juan 5:19, 30).

Y ahí está la clave: buscar la voluntad del Padre, Dios. Por encima de todo, Jesús tenía una clara percepción de la presencia y el poder de Dios, y de Su gran amor por todos Sus hijos. Si queremos sanar de la manera en que Jesús lo hacía, desearemos desarrollar la misma comprensión y la convicción absoluta de que estamos gobernados por Dios y dirigidos por el Amor divino. Así llegaremos a comprender que Dios es el único poder y la única presencia. Descubriremos que las cualidades o atributos de la naturaleza de Dios son la pureza, la bondad, la sabiduría, el amor, la justicia, y así sucesivamente; esencialmente, cada cualidad que representa todo lo que es bueno. Esto es lo que enseña la Ciencia Cristiana acerca de la naturaleza divina.

Obtener una comprensión más clara de la naturaleza de Dios, y de lo que Él está haciendo al cuidar de toda Su creación, nos revela realmente en qué consiste la curación cristiana. Es dar testimonio del poder de la Verdad y el Amor divinos que nos muestran la verdadera imagen de la creación de Dios; en la cual cada uno de nosotros está hecho a Su imagen y semejanza: puro, completo, recto y libre. Descubriremos que Dios, la Mente divina, es la única Mente, y que toda acción real emana de esta Mente.  

Básicamente, al mantener en el pensamiento la totalidad y supremacía de Dios, estamos obedeciendo el mandato del apóstol Pablo de que “haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5). Este trabajo de oración nos revela lo que Jesús veía en su obra de curación: el hombre espiritual de la creación de Dios (la verdadera identidad espiritual de cada uno de nosotros), sano y libre de toda discordia y enfermedad.

Si queremos sanar como Jesús lo hizo, desearemos tener la misma convicción de que somos gobernados por Dios.  

Así que, para seguir sus pasos y sanar, necesitamos aceptar la exigencia de comprender la naturaleza de Dios como Espíritu puro, omnisciente, omnipotente y omnipresente; obedecer los Diez Mandamientos; y valorar el motivo para hacer todo lo que hacemos a fin de glorificar a Dios y no a nosotros mismos. Junto con esto, Jesús formuló otra exigencia, que es necesaria para sanar como él lo hizo. Es ser obediente a la demanda moral de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y todo lo que esto entraña. Cada una de las obras sanadoras de Jesús surgió de amar a Dios y amar a su prójimo; y esto incluía sanar a aquellos que eran leprosos, ciegos, paralíticos, enfermos mentales. Él incluso resucitó a algunos que estaban muertos.   

Hace varios años, surgió la oportunidad de sanar cuando mi esposa y yo asistimos a la graduación de la universidad de nuestro hijo. Él y sus compañeros de cuarto habían organizado una cena de celebración la noche antes de la ceremonia de graduación para permitir que las familias de los jóvenes se conocieran. Yo estaba sentado junto al abuelo de uno de los compañeros de cuarto de mi hijo, y disfrutando de conocer a este caballero cuando comenzaron a servir la cena.  

De repente, su expresión cambió y demostró incomodidad y dolor, y su color adquirió un tono que no era natural. Le aflojé la corbata y le sugerí que saliéramos para que pudiera tomar un poco de aire fresco. Me volví a Dios con todo mi corazón, para dar testimonio de lo que realmente estaba sucediendo espiritualmente. Me declaré a mí mismo que no había ninguna ley de discordia, dolor o sufrimiento que pudiera interferir en esta cena, que había sido motivada por el amor puro, y planeada para bendecir a todos los asistentes, incluido este hombre. Únicamente la ley del bien de Dios estaba gobernando todo y a todos los que estaban allí.  

Al acompañarlo afuera junto con su hijo, el abuelo y yo encontramos un banco para sentarnos. Le expliqué que, en mi opinión, Dios nos había reunido a todos para esta celebración, y nada podía interferir en la ley de Dios, la ley del Amor, que cuida de todos nosotros y nos sostiene. Continué afirmando en silencio la verdad espiritual tal como la había llegado a comprender en la Ciencia Cristiana. Mientras estábamos sentados allí, el abuelo me dijo: “No entiendo todo lo que estás diciendo, pero sigue hablando. Ya me siento mejor”.  

El padre del compañero de mi hijo sintió que era necesario llevar a su padre al hospital para que lo revisaran, así que toda la familia se marchó para acompañarlo al hospital. Pero muy poco después, todos regresaron a la cena. El padre contó que llegaron a la salida del estacionamiento, y el abuelo dijo: “¡Me siento bien! ¡Volvamos a la fiesta!”. Y así lo hicieron.  

Al día siguiente, después de la ceremonia de graduación, el compañero de cuarto de mi hijo se me acercó y dijo: “No sé qué hiciste por mi abuelo, pero en nombre de toda nuestra familia, quiero agradecerte. Está de muy buen humor y se siente bien”. Yo estaba profundamente agradecido y me regocijé con la familia por esta prueba del cuidado de Dios.

A lo largo del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, quien estudió devotamente la Biblia, explica el modo de sanar como lo hacía Jesús, lo cual ella misma pudo hacer constantemente. En un pasaje escribe: “Mantén las verdades de la Ciencia Cristiana: que el Espíritu es Dios, y por lo tanto no puede estar enfermo; que lo que se denomina materia no puede estar enferma; que toda causalidad es la Mente, obrando por medio de la ley espiritual. Luego mantén tu posición con la firme comprensión de la Verdad y el Amor, y triunfarás” (pág. 417).  

Al estudiar la Biblia junto con Ciencia y Salud, podemos aprender más sobre cómo sanar como lo hacía Jesús, comprometernos a amar a nuestro prójimo y ser testigos de los efectos sanadores.

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