Ya sea que nuestras escuelas, edificios de oficinas e iglesias hayan reabierto sus puertas físicas, estén reabriendo o esperen hacerlo, tenemos la oportunidad de orar de manera profunda y consagrada. Lo que sea que nuestra propia nación o estado esté haciendo durante este período, hay muchos temas importantes a considerar, entre ellos, ¿cuáles son los requisitos oficiales que debemos cumplir? y ¿cómo demostramos armonía entre aquellos que participan?
Al orar por mi iglesia local y la comunidad en su totalidad, he encontrado gran consuelo y guía al recurrir a dos preciosos libros que constituyen el pastor de La Iglesia de Cristo, Científico: la Santa Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Hallo que estos recursos nunca dejan de iluminar la Palabra de Dios, que “lámpara es a mis pies…, y luz para mi camino” (Salmos 119:105, LBLA).
Por ejemplo, la Biblia cuenta que cuando los discípulos de Jesús continuaron difundiendo su ministerio después de su ascensión, varias comunidades alrededor del Mediterráneo estaban tratando de descubrir cómo organizar iglesias para su amada religión. Y, no muy diferente de hoy en día, varias congregaciones se sentían inquietas y divididas acerca de unirse. En Roma, el tema de la circuncisión era uno de los temas del día. Entre los judíos que estaban adoptando esta nueva fe, había aquellos que sentían muy fuertemente que, para mostrar fe, los hombres que querían participar en la iglesia debían seguir este mandato que se le dio a Abraham. Por otro lado, la gente afirmaba que esta restricción ya no debía aplicarse. Había hombres que tenían el gran deseo de practicar su nueva fe cristiana y sentían que ellos debían ser bienvenidos en la iglesia tal como eran. Así que fue un momento bastante tumultuoso.
En cierto sentido, fue útil leer esta parte de la historia bíblica, porque me demostró que el tema de que las comunidades se sienten divididas no es nuevo. La pretensión de la desunión no es exclusiva de nosotros o de esta época. Más bien, la disensión es fundamentalmente una sugestión de lo que el apóstol Pablo llama “la mente carnal” (véase Romanos 8:7 KJV). La división que vemos hoy es en realidad la mente carnal repitiendo la misma antigua mentira sobre los hijos de Dios, presentándola en una nueva forma. Es un poco como un actor en una obra de teatro, cuando se cambia de disfraz y se pone otro, tratando de verse como alguien completamente diferente. Pero, de hecho, toda la obra es una representación fantasiosa. No es la realidad.
Para llegar a la realidad de la armonía, es importante saber que todos somos verdaderamente los hijos de Dios y no la causa de la discordia ni el origen del desacuerdo, la enfermedad o la angustia. Esto se debe a que estamos hechos a la imagen y semejanza de Dios; un Dios a quien la Biblia define como el Amor mismo. Por lo tanto, no tenemos realmente la capacidad para causar desunión. Como el ministerio público de Jesús demostró, el hombre de Dios es digno de compasión, no de ira o amargura.
La transformación sanadora que se produce al tratar a los demás con esta compasión propia del Cristo aparece en la Biblia en repetidas ocasiones. Me llama particularmente la atención el relato de Juan de una mujer que los líderes religiosos le llevaron a Jesús por cometer adulterio (véase Juan 8:2-11). La veían impía y ofensiva. Jesús, por otro lado, en lugar de echar culpas o condenar a alguien, dijo a quienes acusaban a la mujer: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Esencialmente hizo que todos miraran dentro de sus propios corazones. Esta humilde introspección eliminó el malestar y la tensión. Además, la mujer que estaba delante de Jesús escuchó el suave llamado a la reforma y experimentó una conexión directa con el Cristo.
Quizá el apóstol Pablo conocía bien esta historia, ya que escribió a las diversas iglesias en el Mediterráneo sobre cómo abordar el conflicto en la iglesia. Les dijo directamente que la circuncisión es “un cambio en el corazón, producido por el Espíritu” (Romanos 2:29, NTV); de modo que era una actividad espiritual, no una operación o ceremonia física. Pero ¿qué significa realmente la respuesta de Pablo?
Después de atesorar esta frase de la Biblia durante varios días, para mí este concepto significó que cada uno de nosotros debe estar abierto al Cristo y dispuesto a eliminar de nuestros corazones cualquier pensamiento o sentimiento que no sea puro, santo ni amoroso. Nuestro deseo de hacer la voluntad de Dios, el bien, hace desaparecer la mala voluntad, ya sea hacia las personas, los lugares o las cosas. Además, el versículo de la Biblia confirma que no tenemos que hacer esto solos. Recibimos ayuda del Espíritu, de Dios, a cada paso del camino.
También se me ocurrió que este concepto de purificación espiritualmente inspirado no está obsoleto. En todo caso, es más urgente que nunca.
Estas verdades me han traído el consuelo que tanto necesitaba en los últimos años. Por ejemplo, me pidieron que participara en una discusión grupal y me informaron que había fuertes diferencias de opinión entre los asistentes. En preparación para esta reunión, me di cuenta de que no es nuestro trabajo dirigir a otros o mantener todo unido. Yo no tenía que moldear el comportamiento de los demás. En cambio, podía confiar en que el Cristo ya estaba presente con el grupo, comunicándose con cada individuo de maneras maravillosas. Mi único trabajo era monitorear las ideas que atesoraba en mi propio corazón, y dejar que Dios me ayudara a eliminar cualquier cosa que no fuera amorosa. ¡Este fue un concepto muy liberador!
Aproximadamente una hora antes de la reunión, me tomé el tiempo para reflexionar seriamente. Con humildad, descubrí que mis pensamientos necesitaban una metafórica limpieza de primavera. Incliné la cabeza en silencio y le pedí a Dios que me ayudara a llenar mi corazón solo de Su amor. Entonces se me ocurrió que, por ser hija de Dios, solo podía testificar y escuchar lo que era verdad acerca de Su creación, por ende, ninguna sugestión de discordia podía impresionarme. No importa lo que parezca estar sucediendo humanamente, las cualidades espirituales del buen ánimo y la claridad están siempre presentes. Comprendí que esta inspiración era una verdad espiritual afianzada en la Ciencia divina, que “destruirá toda discordia” (Ciencia y Salud, pág. 130).
Esto me trajo mucho consuelo, y fui a mi cita esperando un resultado armonioso. Durante la discusión grupal, afirmé mentalmente la verdad espiritual. Entonces no me sorprendió que a medida que se desarrollaba la conversación, la misma demostrara ser tanto cortés como productiva.
Al considerar los días que tenemos por delante, es alentador hacer un balance de las verdades espirituales que ayudan a nuestra comunidad local y global, ya sea que las naciones estén de vuelta en estadios deportivos, oficinas y dormitorios, o esperando para abrir sus puertas. No importa dónde estemos, siempre podemos orar para encontrar formas armoniosas de reunirnos y seguir adelante.
